El 5 de setiembre de 2017 los agentes rurales encontraron un joven alimoche en la comarca del Ripollés que recientemente había abandonado el nido. Este pollo, bautizado con el nombre de Orís, había estado anillado el 19 de julio por el Equipo de Biología de la Conservación de la Universidad de Barcelona (EBC-UB) en el marco de un proyecto de seguimiento de la población de alimoche en Cataluña, siendo el más pequeño de dos hermanos del mismo nido.

Orís fue trasladado rápidamente al Centro de Fauna de Torreferrussa de la Generalitat de Cataluña donde ingresó muy depauperado. Después de las atenciones de urgencia y de superar la desnutrición, el pollo que aún prácticamente no sabía volar fue instalado en una alcahaz para que empezase a ejercitarse. En noviembre y una vez recuperado se planteó la liberación de Orís a la naturaleza. Dado la época que era, los alimoches ya habían regresado a África y su adaptación no tenía garantías de ser exitosa, ya que no podría emprender la migración por sí mismo, los responsables e investigadores decidieron mantenerlo en cautividad hasta la primavera, cuando los alimoches regresan de nuevo. Orís pasó el invierno entre rejas, pero bien alimentado, “fondón” según sus excelentes cuidadores, hasta que en marzo de 2018 llegaron los primeros alimoches de África. Durante el mes de abril se creyó que ya era momento de liberarlo, la cuestión era dónde y cómo, dado que Orís prácticamente no había experimentado el proceso de emancipación, sabía volar muy poco y probablemente tampoco sabía buscar alimento por sí mismo. Aconsejados por el Grup d’Anellament de Calldetenes, se decidió escoger un lugar donde se concentran los alimoches y donde este grupo aporta alimento con regularidad. Además, ahí se disponía de una jaula de aclimatación donde Orís podría estar unos días, familiarizarse con el entorno y otros congéneres antes de su liberación definitiva. El 23 de abril se examinó el estado de Orís, se le mesuró y se le instaló un emisor GPS gracias a Víctor García Matarranz, técnico del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA), que se desplazó especialmente para esta tarea. El emisor permitiría conocer sus movimientos con mucha precisión en el marco del proyecto que el EBC-UB tiene con Red Eléctrica de España – S.A.U. y la Fundació Catalunya la Pedrera entre otras entidades, siendo finalmente trasladado a la jaula de aclimatación. Al cabo de unos días y viendo que Orís se encontraba en buen estado, se decidió abrir la jaula y dejar que Orís decidiera qué hacer. Una vez abierta la puerta, poco a poca Orís salió andando y con prontitud emprendió un corto vuelo batido alejándose unas decenas de metros (ved el vídeo), donde inmediatamente fue perseguido por otros alimoches, probablemente considerándolo un competidor, y desapareció rápidamente del lugar.

Al día siguiente y gracias al emisor, los investigadores pudieron determinar que Orís se había desplazado unos 1.000 metros del punto de liberación. Ahí, el emisor indicaba la posición de Orís día tras día. Pasados unos días y viendo que regularmente las localizaciones eran en el mismo lugar y que el último día el emisor tampoco no había dado señal, los investigadores se temieron lo peor. Armados con un receptor terrestre VHF, dos investigadores se desplazaron al lugar para intentar localizarlo. Después de triangular en varias ocasiones el receptor siempre indicaba el mismo lugar, no muy buenos augurios. Era momento para que los investigadores barrieran la zona, hasta debajo de cada matorral. Al llegar a una carena herbosa donde pacían unas vacas, con alegría los investigadores vieron que Orís estaba vivo y andaba entre ellas. Ahora lo que no sabían era si estaba en buenas condiciones. Un acercamiento hizo que Orís saliera volando, batiendo las alas coordinadamente y después planeando con elegancia. Observando de cerca se vio que probablemente se había estado alimentando de excrementos de las vacas, alimento bastante común en los alimoches, ya que les proporciona vitaminas y probablemente otros nutrientes. En vistas de la situación, los investigadores decidieron aportar alimentos cárnicos y otros restos. Con satisfacción de todos, los siguientes días el emisor dio posiciones al punto donde se le suministró comida, observándose también otros alimoches. A partir de ahora veremos si Orís es capaz de buscar alimento por sí mismo, qué movimientos hace y qué aventuras le deparan los próximos meses. ¡Os mantendremos informados!

El emisor colocado al joven alimoche Orís nos permitirá saber en todo momento dónde está y comprobar así su adaptación al medio natural.
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