El comentari expert: Rafael Valladares

Como primera fase del proceso globalizador contemporáneo, los siglos XV a XVIII establecieron los tres rasgos decisivos del fenómeno de la mundialización: la conexión intercontinental con carácter consciente e irreversible; la progresiva integración económica y su rosario, a veces tan dramático, de desigualdades y dependencias; y el mestizaje cultural, ya fuera directo o mediatizado, pacífico o violento. Portugal inauguró esta nueva era antes que España, aunque fue la unión de ambos países en 1580 lo que imprimió a este proceso una energía renovadora cargada de consecuencias. Podemos decir que, como mínimo, hubo una globalización específicamente hispano-portuguesa, si bien su naturaleza solo ha comenzado a concretarse en los últimos años. En todo caso, hoy son minoría los historiadores y economistas del campo del mundialismo que dudan a la hora de retraer la actual globalización a la Edad Moderna y, en lo relativo a Portugal y a España, su papel conjunto apenas ha comenzado a escribirse.

A diferencia de la clásica historia universal o de las más reciente historia de la expansión, la historia global pone el acento en reducir la distancia entre agentes activos y pasivos, en moderar la historia nacional, el eurocentrismo y el occidentalismo, en practicar el método comparativo y, finalmente, en resaltar la interacción multifocal y el mestizaje en la medida en que desde el descubrimiento de América en 1492, la llegada de Vasco de Gama a la India en 1498 y la circunnavegación culminada por Juan Sebastián Elcano en 1522, ya no podía hablarse en rigor de centros ni de periferias. La propia Monarquía Hispánica anduvo no poco afectada por esta reformulación del planeta, a la que ella misma contribuyó en un modo tan audaz desde Europa, América y Asia.

Apenas se supo que el mundo lo formaban dos hemisferios conectados para siempre, nació un fenómeno nuevo e imparable: el globalismo. El orden económico que enriqueció a los occidentales bajo un controvertido “sistema mundial” hoy interesa menos que el estudio del mundo como sistema de conexiones. Desde luego, historia global, globalismo y globalización no son sinónimos. Pero, con los matices pertinentes, resulta válido y operativo hablar de globalización para referirnos a este primer periodo de “conectividad” consciente en el planeta y, por supuesto, para explicar su historia a través de los primeros protagonistas que la posibilitaron, los portugueses y los españoles. Cuando los dos imperios, el luso y el español, se unieron en 1580 bajo una sola Monarquía, apareció en el globo una entidad política cuya soberanía abarcaba espacios en todas las tierras conocidas. No por casualidad, en 1581 uno de los arcos triunfales que recibió a Felipe II en Lisboa se levantó bajo el mote "Universi Globus" o “Globo del Mundo”, con esta explicación:

El mundo estaba dividido entre vuestro bisabuelo don Fernando, rey de Castilla, y vuestro abuelo D. Manuel, rey de Portugal; ahora se junta en uno, siendo vos señor de todo Oriente y Occidente. Los reinos que os están debidos en el mundo ahora los poseéis y gobernáis.

Esta conciencia de una majestad mundial y de la relación entre sus dominios, no era simple retórica, sino el resultado de respirar un aire de universalidad presente entre los vasallos de una Monarquía que se repartía por las cuatro partes de la Tierra entonces conocida. En aquel mundo, tanto daba viajar de Oriente a Occidente como viceversa, pues a causa de la globalización los viejos centros y periferias habían dejado de existir.

Rafael Valladares (CSIC)