EL ÁNGEL CAÍDO

Cuando los escritores llegan a la vejez, gran parte de su obra está dedicada a elaborar las sombras de la mortalidad –Alison Lurie dixit– que asoman en las penurias del cuerpo. La mayoría son hombres. No hace falta ser muy lúcido para entender que para todos ellos la muerte es, pura y simplemente, el final de la masculinidad, de tal modo que a menudo sus reflexiones sobre la vejez y la decrepitud son cantos elegíacos que lloran el final del deseo.

(¿Convertirme en un ángel…? Puede que sí, pero que sea un ángel caído.)

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