A TRAVÉS DEL TIEMPO

Mi casa actual está excavada en lo que hace dos mil años fue un bastión de los tiempos de la Colonia Barcino. Por el grosor rotundo de los muros se alcanza a distinguir la típica construcción militar de los romanos. De pronto, un incidente menor me lleva a cambiar de contexto. Se interrumpe el suministro de energía eléctrica; alarmado, bajo hasta el piso inferior donde están ejecutando unas reformas radicales: no vaya a ser que hayan dañado las instalaciones eléctricas del edificio.

En cuanto entro al piso en obras y atravieso las habitaciones a oscuras, entre cascotes y restos de mampostería, me siento transportado a un escenario mucho más antiguo. En medio del desorden alcanzo a ver los ojos enormes de los obreros paquistaníes que asoman entre nubes de polvo y un poco más allá veo los brazos de algún emigrado del Este que hurga torpemente entre montones de escombros y piedras. Hace mucho calor. Ninguno de ellos puede responderme porque apenas consiguen farfullar unas pocas palabras en mi lengua y, como toda respuesta, me señalan hacia el encargado de la obra: un hombre calvo, bajo y fornido, de ojos azules, que carga una pesada maza. Bien podría ser un bárbaro liberto o un centurión que conduce una cuadrilla de esclavos.

Es evidente que dentro del bastión, dos mil años después, está todo igual que al comienzo: los protagonistas son casi los mismos, hasta el inusitado respeto con que me tratan el centurión y los esclavos es la misma reverencia y distancia que seguramente se practicaba hacia un ciudadano cultivado

(…un prelado –me apunta Begoña.)

milenios atrás. Comprendo entonces que la historia no es más que un relato, nada parecido a un tiempo encarnado, lo que explica que busquemos a veces respuestas en el pasado para responder a problemas actuales y que no tengamos prurito alguno en aplicar nuestros esquemas contemporáneos para construir nuevos relatos y ficciones acerca de algo pasado. Lo que permanece es el bastión romano, lo que cambia es sólo un mito insignificante que se desarrolla entre sus muros y que yo ahora intento contar.

Más aún, es muy probable que este mismo pequeño drama se repita tal cual dentro de muchos siglos, cuando haya pasado mucho, mucho tiempo después que yo haya muerto.

Quién sea que vaya a contarlo ya no me importa tanto.

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