UNO MISMO

Vuelvo sobre la frase de Céline: devenir soi même avant de mourir que recoge un sentido que por momentos se me escapa y que, en otras circunstancias, comprendo en todo su valor. ¿Qué puede querer decir “uno mismo” cuando, en toda condición, eso es lo que uno es?

Cuando se es joven –lo que debe leerse como el reconocimiento de que quien esto escribe ya no lo es– se cifra la condición de uno mismo en un resultado, lo que los anglosajones denominan un feat, palabra que se traduce pobre y toscamente en español como “logro”. Ser uno mismo es realizarse –qué metáfora tan cursi–, es decir, realizar una ambición o un propósito, la reparación de un daño recibido, como sacarse buenas notas o ganar un premio literario. O ser un oscuro objeto de deseo para los demás, una celebrity en la sala de conciertos, en la profesión o en el triatlón. Soy yo mismo si formo una familia feliz o fundo una gran empresa o si consigo llenar un anaquel completo de mi biblioteca particular con los lomos de mis propios libros, tal como un día detecta con íntima complacencia Sartre en un texto autobiográfico al mirar su obra pulcramente expuesta en la biblioteca de su estudio. Es paradójico, pero esta realización del sueño de ser uno mismo depende de la visión que se quiere dar a los demás a través de una obra o de una acción sobresaliente juzgada por otros. La mayoría de las aspiraciones comunes son de este tipo y, de hecho, la cultura y la sociedad están llenas de realizaciones de estos sueños infantiles finalmente logrados por hombres y mujeres de todas las condiciones. Y bien está.

Pero el uno mismo del que escribe Céline no es eso. Hay momentos de lucidez en que consigo representarme qué es y descubro que es justamente lo contrario de una obra, cualquiera que sea. Ser uno mismo no tiene nada que ver con la realización de un sueño sino una esperanza que se colma cuando ya no se espera nada de la consumación de una vieja aspiración o de un deseo trazado por otro para uno. Todos somos, para bien o para mal, el sueño proyectado por otros para nosotros. Ser uno mismo tiene que ser, en cambio, un acto gratuito, nunca una reparación o el pago de una deuda contraída sin querer o a sabiendas. Se parece más bien al tipo de experiencia que se atisba en la frase de Dylan Thomas –no puedo confirmar esta cita, que hago de memoria; no puedo saber si, en efecto pertenece a él:

Hoy es un día perfecto para abrir un bar.

Cuando se llega a experimentar este deseo en su pura desnudez, se alcanza –creo– el grado de la mayor libertad posible. Lástima que sea antes de morir; y quizá por esto lograrlo resulta tan deprimente.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.