NARCISO ENAMORADO CON UNA LEICA 35 mm

Una de mis costumbres en el transcurso del shabat es detenerme en la lectura de la columna de Antonio Muñoz Molina en el semanario literario de un conocido periódico de tirada nacional. El del sábado quince de junio está dedicado a las fotografías de Emmet Gowin. En su serpenteo biográfico, al que muchos escritores españoles tarde o temprano sucumben, AMM destaca de las fotografías del americano la presencia de su esposa. Evoca algunos casos de la historia del arte en los que las mujeres son sucesivamente representadas por sus maridos.

Mientras leo cómo ha interpretado AMM la presencia de la mujer de Gowin en esas imágenes, recuerdo lo que Freud decía respecto del melancólico. Según su teoría, el estado de melancolía surge ante la pérdida del objeto de deseo y la imposibilidad de inhibir su libido. Freud nos dice que cuando no se desplaza la libido hacia otro objeto se establece “una identificación del yo con el objeto abandonado” (La aflicción y la melancolía. Madrid: 238). La pérdida del objeto de deseo es la pérdida del yo, lo que explicaría entre otras cosas porqué hay manifestaciones de desprecio hacia uno mismo en los estados melancólicos (porque en realidad esos sentimientos van dirigidos al objeto que falta).

Como siempre, la respuesta desmesurada ante la ausencia del objeto de deseo se explica porque la elección de ese objeto respondió en su momento a una base narcisista. Supongo que ese mismo narcisismo opera cuando no hay ninguna falta, cuando el objeto de deseo sigue en la órbita del yo y le corresponde. Por eso, AMM al recordar el caso de Pierre Bonnard y su mujer Marthe dice: “los dos vivían encerrados, solos, apartados del mundo, como prisioneros y rehenes de sí mismos”. Rehenes el uno del otro.

Los artistas que se esmeran constantemente en los retratos de sus mujeres padecen de un grado elevado de narcisismo. Desde el ensalzamiento divino de Dalí al supuesto oprobio al que Clint Eastwood somete a sus amantes, todos ponen su yo en el objeto deseado. El modo como las retratan es una buena muestra de esos fantasmas que acusan a los creadores.

No puedo saber qué es lo que supone para Gowin su Edith en las fotos que aquí presento, ni lo que ha querido manifestar de su yo. AMM considera que retrata a “la mujer cercana y tangible de la que uno se enamora y con la que comparte la casa y la vida y tiene hijos, la mujer deseada que lo desea a uno y le devuelve la mirada”.

Otra vez me viene a la memoria una frase de una amiga en la que me decía que la función del padre era hacer de la madre su objeto de deseo. Entonces, pienso y miro a mi alrededor, y supongo que al final todo es en realidad muy sencillo…

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