LA JUVENTUD

La juventud es un valor generado por contraste que, para quien es (o se siente) joven resulta imposible determinar, por la simple razón de que no puede contrastarlo. Como la infancia, la juventud solo puede ser un recuerdo, una construcción de la memoria y, como es habitual que ocurra con todo lo que pasa por la memoria, suele ser un tema predilecto de la literatura.

Solo hay un aspecto de la experiencia de la juventud que, contra la opinión de mi admirado Wallace Stevens [When one is young everything is physical; when one is old everything is psychic (Stevens, Adagia,57)] no tiene nada que ver con el cuerpo y en cambio sí con la felicidad, que es un temple del alma (psyjé).

En medio de una conferencia y con su consabida malicia, Borges observa al pasar:

[…] los jóvenes son aficionados a la infelicidad, ponen lo mejor de sí mismos en ser infelices y generalmente lo consiguen (Borges, Arte poética, 126).

frase que de inmediato me retrajo al comienzo de Aden Arabie de Paul Nizan, que nos ponía los ojos en blanco, a mí y a mi compadre Tulio de Sagastizábal, cuando teníamos veinte años. Nizan comienza esa novela escribiendo:

J’avais vingt ans. Je ne laisserai personne dire que c’est le plus bel âge de la vie.

En efecto, lo mismo que Nizan, Tulio y yo nos sentíamos muy infelices a los veinte años –o sea que Borges tenía razón–; no así el maligno comentario que me hizo una despechada no hace mucho: que yo soy un individuo empeñado en ser infeliz. Se equivocaba esa impostora: no pongo ningún empeño en ser infeliz; trato de no envejecer, pero eso (qué le vamos a hacer) implica comerse de vez en cuando alguna pálida.

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