UN DÍA PERFECTO

El sol de España brilla por todas partes. Parece un día perfecto.

Siento la curiosidad de volver a leer el cuento de J. D. Salinger sobre el pez-banana –A perfect day for Banana-fish– y, oh sorpresa, lo encuentro aún más extraordinario que cuando lo leí por primera vez, por consejo de mi madre suicida. Leo además que, según la opinión de un crítico, la extraña idea del pez-banana fue una broma pesada que Salinger le gastó a The New Yorker; incluso se permite conjeturar que los peces-banana son en realidad símiles de los preservativos cuando flotan en el agua.

El comentario del crítico es irrelevante; la verdad es que en este relato Salinger describe el suicidio como un accidente trivial en un día trivial de una vida trivial; o sea, en un día perfecto. Y de paso demuestra hasta qué punto la locura y la muerte –esas dos hermanas– están unidas.

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