1) Ha tenido muchas mujeres. Casi tantas como un sultán, pero sin los privilegios de este. Manejar ese indefinible patrimonio ha sido tan laborioso como llevar las tierras de un gran latifundio; e igual de ingrato. Por mucho esmero y dedicación puestos en revisar las posesiones y ocuparse de ellas amorosamente no hubo manera de espantar a los merodeadores y a los intrusos que cada tanto las acosaban, las tentaban y que, finalmente, las invadieron.
2) La condición feliz es un característico objeto intangible y conspicuo. Sin embargo hay casos de inequívoca felicidad. Por ejemplo, el momento en que un industrial francés hoy desconocido recibió el encargo de suministrar los bulones y las tuercas para la construcción de la Torre Eiffel; o el día en que el jesuita Jesús Aguirre se miró al espejo y se vio convertido en duque de Alba. Todos esos momentos se reducen a un solo estado de Gracia, es decir, a la condición exactamente opuesta al estado de Caída que algunos llaman “de naturaleza”.
3) Durante la cena estuvo un buen rato observándolo: la calva incipiente pero ya imposible de ocultar; la nariz, que se le ha puesto ganchuda como el pico de un buitre; la piel quebradiza y las manos, con los dedos en punta. Le oyó decir varias veces “Caballeros” –había cinco hombres sentados a la mesa– y muchas otras expresiones pomposas, dichas en un español de rara pureza, sin acentos; pero lo que más le impresionó fueron sus ojos, enrojecidos y brillantes como los de una víbora de cascabel. Es curioso lo que le sucede con este hombre: a veces ve en él a su doble siniestro.