ESO QUE ESPERAS

–¿Pero tú qué esperas?

Oyó la pregunta y, por una vez, no pudo –o no supo– qué contestar.

En ese momento su mente se contrajo como un puño, seguramente para no quedar expuesta. Y él se quedó en silencio.

Muy adentro, cada uno de nosotros mantiene bien guardada y oculta para los demás una clave personal que es la marca íntima de la diferencia entre el bien y el mal, entre la recompensa y la deuda, entre el daño y la afrenta; y tantas otras sencillas distinciones morales que dan forma y la ilusión del contenido a la existencia propia: como lo que se espera y lo que ya no.

Y entonces recordó un pasaje de Youth de J.M. Coetzee:

Sólo le gusta el trozo sobre Titus Oates, el hombre con síntomas de congelación que, para no retrasar más a sus compañeros, se adentró en la noche, en la nieve y el hielo y pereció a solas, sin causar trastornos. Espera ser algún día como Titus Oates. (Coetzee, Infancia, 51).

Eso. Él también espera ser como Titus Oates.

(Así lo pensó, pero no dijo nada.)

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