METABLOGIANA

El sentido está en la expresión’, decía Wittgenstein. El blog permite una máscara casi perfecta. No sólo no se nos ve, sino que no debemos cargar ni con un nombre, ni con un tono de voz ni con un gesto. Ni siquiera es posible analizar la grafía como en los anónimos, Aún así los blogianos, incómodos ante la irresponsable libertad que se abre ante ellos recuren a una ingeniosa cantidad de signos paliativos de la expresión. Paréntesis, mayúsculas, interrogantes, exclamaciones y los imposibles iconos ‘emocionales’, expresan menos de lo que los diseñadores creen y dicen más sobre el sentimentalismo lírico de los blogianos de lo que ellos sospechan.

II. Una de las taxonomías posibles entre los ‘blogianos’ distingue entre ‘sistemáticos’ y ‘aforísticos’. Al individuo que, con gran esfuerzo, trata de reunir en un texto coherente las intervenciones que precedieron a la suya, le sigue casi de inmediato el francotirador que con un acerado (y frecuentemente incomprensible) aforismo abre una línea de fuga que desbarata un sistema que se revela demasiado ambicioso y apresurado. Quedan así resumidas las tendencias antagónicas de casi tres siglos de pensamiento.

III. El blog (conversación sin asistentes) altera sustantivamente las relaciones entre lo pertinente y lo impertinente en una discusión. Al no tener al interlocutor delante, al no vernos apremiados por su mirada inquisitiva, el gesto hastiado o impaciente, y el intimidatorio bostezo, el blogiano no sólo se despreocupa de reparar de si lo que añade al blog remite al tema de discusión, sino que no dispone de un solo indicio de cuándo su impetuosa verborragia le conduce al descalabro.

IV. La categoría central del blog, tanto en quienes proponen el tema como en aquellos que se animan a comentarlo parece ser: ‘Esta es la mía’. Libres del peso de la academia, de la opinión asalariada y de la solemnidad de la palabra impresa (sólo los blogianos se toman en serio los unos y los otros, las personas serias escriben con pluma de ganso) los blogianos dan rienda suelta a los pensamientos que no pasarían por cedazo de la conveniencia. Una oportunidad única: como se sabe, cierto brillo intelectual (emparentado con la desvergüenza) se alcanza tan sólo junto al estatus de rentista lenguaraz del que disfrutaron Schopenhauer o Nietzsche. Ante tal oportunidad el blog nos ilustra sobre la extraordinaria desproporción entre la inteligencia bien dirigida y la banalidad elevada al rango de neura personal.

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