EL ROCE (V)

Sí: el santo secular es un idiota, un pobre diablo… como Clément Rosset o el propio Mishkin… y quién sabe si el propio Kierkegaard. Pero no estoy muy segura (porque me falta la fe) de que se pueda ser algo más que eso, es decir, de que la santidad sea posible hoy si es cierto que no la hay sin el supuesto de la existencia de Dios. Ni tampoco estoy muy segura de que las piedras o las plantas se resignen… la resignación es humana, es un movimiento del alma. Y no concibo que los seres inanimados tengan, precisamente, alma.

De todos modos, sí hay una diferencia entre el estoico y el idiota. El estoico simplemente hace un ejercicio de ataraxia, se sustrae a la mezquindad de modo pasivo, por decirlo de algún modo (intenta convertirse en una piedra, o en una planta, intenta despojarse del alma, fuente de todos los sufrimientos). Mientras que el idiota resiste la maldad activamente: no sólo se resigna a la mezquindad (no acusa a sus congéneres de ser mezquinos, ni resiente su miseria), sino que encuentra en ella un pretexto para actuar de un modo menos mezquino que el de sus vecinos. Busca, por decirlo a la manera cursi argulloliana, reconquistar su alma. Por ejemplo, intenta no mentir. Y, en resumidas cuentas, intenta mejorar. Es, según creo, el proyecto del superhombre de Nietzsche, que no me parece equivalente al de la tradición clásica, aunque sin duda comparten el ser tentativas de alcanzar un modo de vida «logrado»(si bien eso también lo comparte con el cristianismo). Pero claro, ser dueño de la propia alma es, sin duda, una herejía: porque supongo que, para el santo, su alma es la de Dios, es decir, se despoja de su alma y se la entrega a Dios.

De modo, pues, que de acuerdo con lo que se ha observado y con lo dicho ahora, estamos hablando de tres modelos de conducta, o de acción, que casualmente coinciden con tres cosmovisiones (o tradiciones) distintas: el estoico (mundo clásico), el santo (mundo cristiano), y el idiota o el superhombre (mundo moderno secularizado).

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