HERMANOS

La historia de Caín y Abel no es sólo, ni en primera instancia, una elaboración mítica de la inevitable ruindad de los seres humanos, capaces de odiar a un semejante incluso cuando el vínculo que los une a él es consanguíneo. Lo que encierra esa historia es mucho más inquietante, es algo cuyas razones desconocemos aún hoy: por qué los individuos son tan distintos entre sí, incluso cuando proceden de un mismo origen, de una misma madre y un mismo padre, incluso cuando han recibido una educación similar y se han beneficiado de un cariño parejo. La historia de Caín y Abel se repite en cada familia y así, entre casi todos los hermanos del mundo, media una diferencia tan acusada como la que separa a un individuo de otro cualquiera tomado al azar. La historia de Caín y Abel se repite cada vez que dos hermanos reparan en que el adulto que tienen en frente no es una extensión de ellos mismos, o de sus vidas, si no un perfecto desconocido y, muchas veces, alguien a quien hubiera sido preferible no conocer.

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