EL DESNUDO Y LA DESNUDEZ

Cuatro de la tarde de un caluroso sábado a finales de mayo en Barcelona. En la zona peatonal de la Diagonal, entre María Cristina y Francesc Macià, camina un individuo joven, de unos treinta y cinco años, delgado y bien formado, completamente desnudo. Va calzado, lleva calcetines oscuros, una gorra de un verde estridente y una especie de palo largo, al estilo de los caminantes.

Al parecer, en Barcelona no es delito ir desnudo por la calle.

De inmediato y sin entrar en la problemática propia del exhibicionista, la imagen sugiere el deseo de mostrar el cuerpo propio. Una ulterior reflexión hace pensar en el contraste que se advierte en el uso de nociones como “desnudo” y “desnudez”. El desnudo es objeto del arte y connota desinhibición, vigor… mientras que la desnudez es más bien objeto de la religión y connota vergüenza, vulnerabilidad. El cuerpo humano es objeto de culto en el caso del desnudo o bien es objeto ocultado en caso de la desnudez. En un caso se exhibe el esplendor del cuerpo y en el otro el fasto del espíritu.

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