Cómo vivir más y mejor. El envejecimiento óptimo

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Cómo vivir más y mejor: el envejecimiento óptimo. Políticas europeas en materia de envejecimiento

Las proyecciones demográficas indican que hacia 2060 la edad media de la población de la Unión Europea se estabilizará en 47,6 años (cerca de quince años más que en el siglo anterior). El porcentaje de personas mayores de sesenta y cinco también crecerá: del 9 % de 1960 al 27 % que se espera en 2050. Del mismo modo, la proporción de gente de más de ochenta años que ha escapado de enfermedades aumenta; en concreto, representará el 15 % del total de la población prevista en países como España o Alemania de aquí a cuarenta años.

Así pues, los europeos viven cada vez más. Pero ¿viven mejor?

Hay que tener en cuenta que el envejecimiento y la cronicidad son dos fenómenos que van de la mano: el 49 % de las mujeres europeas y el 39 % de los hombres de más de cincuenta años sufren al menos dos afecciones crónicas simultáneas. La cronicidad repercute en la calidad de vida de los pacientes, pero también en el sistema, puesto que la atención médica requiere una gran inversión de recursos económicos y humanos. Se prevé que en 2060 el gasto público aumentará aproximadamente 4,1 puntos porcentuales respecto del producto interior bruto en la Unión Europea, y gran parte de ese incremento se destinará a las pensiones, las curas de larga duración y la asistencia sanitaria.

«Actualmente, cuatro europeos trabajan para mantener un jubilado; la evolución será que dos personas mantengan a una»

El índice de dependencia prácticamente se doblará y, en consecuencia, disminuirá el de población activa. María Iglesia-Gómez, responsable de Innovación para la Salud de la Comisión Europea, lo explica de este modo: «Actualmente, cuatro europeos trabajan para mantener a uno que ya se ha jubilado; la evolución será que dos personas mantengan a una. Para evitarlo es importante tomar medidas, lo que implica un cambio de modelo social. La estructura clásica en la cual los jóvenes trabajan y la gente mayor queda en casa desaparecerá. La expectativa de vida será larga, pero las condiciones de salud complicadas. De momento, gastamos el 20 % de la vida en mala salud. La idea es intentar reducir este porcentaje y vivir más, pero vivir mejor». Iglesia-Gómez dirige un equipo que se dedica específicamente a elaborar estrategias para asimilar el impacto del envejecimiento demográfico y garantizar la sostenibilidad del sistema. Para contribuir a esta tarea, las autoridades europeas se han fijado un primer objetivo de aquí a 2020, muy concreto y muy ambicioso: aumentar en dos años la esperanza de vida saludable; es decir, la cantidad de años que la gente vive sin dependencia. El medio más importante para conseguirlo es la promoción, en todos los ámbitos, del envejecimiento activo y saludable.

El envejecimiento activo y saludable

La Organización Mundial de la Salud define el envejecimiento activo y saludable como el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que la gente envejece. La definición se aplica tanto a los individuos como a los grupos de población. Saludable hace referencia al bienestar físico, mental y social; activo, a la participación continuada en asuntos sociales, económicos, culturales, espirituales y cívicos, no sólo a la capacidad de ser físicamente activo o de trabajar.
El envejecimiento óptimo pasa por conservar, cuanto más tiempo mejor, la facultad de tomar decisiones sobre la propia vida y la capacidad de vivir cotidianamente sin la ayuda de otros (o con la mínima posible). Para lograr este objetivo, es fundamental que los individuos adopten hábitos saludables respecto a la alimentación, el ejercicio y la higiene postural, la estimulación cognitiva, la prevención del estrés emocional, el control de las emociones y de la ansiedad, la participación social, la cultura y el ocio como factores de desarrollo, y el uso adecuado de los medicamentos. La reforma de los servicios de atención socio sanitaria y la aplicación de las nuevas tecnologías también pueden contribuir a prolongar la autonomía de la gente mayor, a retrasar el problema de la dependencia y, en caso de producirse, a proporcionar herramientas que faciliten su autogestión.

Las políticas europeas sobre el envejecimiento

«Entendimos que esto no podía ser un proceso regulador ni legislativo. Tenía que ser un proceso de colaborativo, y decidimos asociarnos con todos los agentes implicados: los profesionales de la salud, las empresas del sector, los cuidadores, las universidades, los centros de investigación, las autoridades públicas y, por supuesto, la gente mayor. Así surgió la Asociación Europea para la Innovación en Envejecimiento Activo y Saludable.» María Iglesia-Gómez alude a las más de tres mil entidades, organizadas en grupos de acción, que ya trabajan en las seis prioridades que ha identificado su equipo con el asesoramiento de treinta y tres expertos en los ámbitos de la innovación y del envejecimiento.

«Las prioridades que nos hemos fijado son el control del cumplimiento de los tratamientos que se prescriben; el diagnóstico precoz y la prevención de caídas —que hoy por hoy son una de las principales fuentes de ingresos clínicos—; la prevención del deterioro funcional y de la fragilidad; la atención integral que implica conciliar los servicios sanitarios y los socio asistenciales; la interoperabilidad de los diferentes estándares de los países de la Unión Europea, y el diseño de entornos que favorezcan el envejecimiento activo y saludable con la creación de una red de ciudades amigas».

La Comisión Europea propone el marco de actuaciones y los agentes locales se encargan de ejecutarlas. «Se trata de una experiencia innovadora en que nosotros asumimos un papel completamente secundario: identificamos las necesidades principales y comprobamos si los proyectos que se llevan a cabo funcionan. Elaboramos una serie de indicadores para medir la eficacia de las acciones de nuestros socios; de manera que la participación es voluntaria, pero con el compromiso de presentar resultados y de dejarse evaluar.» Los parámetros que intentan determinar cuán lejos queda garantizar la sostenibilidad del sistema son datos como, por ejemplo, el ahorro en camas hospitalarias o la reducción del gasto en poli medicación que comportan algunas iniciativas.

El planteamiento es el siguiente: transferir a otras realidades las acciones que se demuestren útiles. De ahí que se potencie el intercambio de información, de experiencia y de recursos entre los diversos grupos; se favorezcan las conexiones interregionales, y se haya creado una red de centros de excelencia donde ya se aplican políticas de envejecimiento activo con éxito. «Hicimos un ranking para constatar que, efectivamente, el modelo funciona. Cada área tenía que presentar las mejores prácticas basadas en criterios de innovación e impacto sobre los ciudadanos, con resultados cuantificables y extrapolables. Así identificamos treinta y dos Zonas de Referencia y setenta y una buenas prácticas.»

«Hay que situar las personas en el centro y rediseñar los servicios de acuerdo con sus necesidades»

Entre las áreas destacadas figuran Escocia, que ya dispone de balances definitivos, Dinamarca, el sur de Italia o Cataluña. «El problema es que estos casos se tendrían que extender de manera generalizada a todo el continente. Y eso implica una reforma del modelo. Por ejemplo, hemos detectado que en la atención de la gente mayor la clave son las curas más que el tratamiento. Y las que se efectúan en casa, de manera racional y personalizada, son más económicas para el sistema y más eficientes para los pacientes. Por tanto, consideramos que hay que situar las personas en el centro y rediseñar los servicios de acuerdo con sus necesidades».

Tendremos que familiarizarnos con conceptos como la atención integral, multidisciplinaria y personalizada; la vida cotidiana asistida por el entorno; la alfabetización en salud y el apoderamiento del paciente; la salud electrónica o la salud móvil. Se deben buscar prácticas sostenibles para el sistema y adecuadas para los pacientes, y buena parte de los proyectos que se ensayan en Europa ya se rigen por esa idea. Ese flujo de acciones ha generado, además, una conciencia política sobre la necesidad de intervenir.

«Hablamos de una agenda europea para el envejecimiento activo que tiene que ir más allá de la participación voluntaria de nuestros socios. Los estados miembros trabajan en esta línea, con decisiones como por ejemplo incorporar la Salud, el Cambio demográfico y el Bienestar como uno de los retos sociales del programa Horizonte 2020; iniciar Acciones Conjuntas en relación al envejecimiento y a algunas enfermedades asociadas con la edad; o crear la Comunidad de Conocimiento e Innovación sobre el envejecimiento activo y saludable. Pero nosotros insistimos que el envejecimiento de la población comporta una serie de medidas inevitables a medio y largo plazo si queremos mantener el sistema». Y eso, está claro, tiene que ir acompañado de un cambio de hábitos por parte de los ciudadanos. Porque el reto para el siglo XXI tiene que ser que podamos vivir más, pero con una calidad de vida óptima.

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