Colau sí, Colau no

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La batalla por Barcelona ha comenzado. Los partidos, o bien echan la vista atrás y recuperan propuestas anteriores, o se centran en las de los últimos dos mandatos para plantear su modelo de ciudad por el que apuestan. Sin embargo, todos tienen el mismo objetivo: Barcelona debe convertirse en una gran ciudad europea de referencia.

Montse Gironès

La batalla por Barcelona ha comenzado. Un millón seiscientos mil habitantes decidirán el 28 de mayo quién será el próximo alcalde de la ciudad de Barcelona. Ada Colau, Xavier Trias, Jaume Collboni o Ernest Maragall. Igual que en las elecciones municipales de 2015 y 2019, el mapa político se tiñe de varios colores. Lila, turquesa, rojo, amarillo… A pesar de no contar con un color dominante para asegurar los escaños necesarios con el fin de gobernar en solitario, las opciones, que parecían plurales, se reducen a tan solo dos: Colau sí, Colau no. 

El Ayuntamiento de Barcelona. Foto: Lea Beliaeva Bander.

Tanto Xavier Trias, candidato de Junts per Barcelona (Junts), como Ernest Maragall, número uno de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), han asegurado que “en ningún caso” harán alcaldesa a Ada Colau por tercera vez. Pero no son los únicos que se posicionan en el espectro anti-Colau. Jaume Collboni del Partido Socialista de Cataluña (PSC) ha decidido marcar distancia con Barcelona en Comú (BComú) después de cuatro años. Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona, con dos mandatos consecutivos en su espalda, ha mostrado sorpresa frente a las declaraciones de Collboni, sus aliados en el Ayuntamiento desde 2019. 

La inseguridad, la limpieza, el acceso a la vivienda, la gestión del ayuntamiento y del tráfico, así como la contaminación y el medioambiente son los temas principales en la encuesta de percepción de la ciudad que más preocupan a los barceloneses. Son los temas que se han convertido en susceptibles de debate durante la campaña electoral. De hecho, lo son desde hace semanas. Pronto acabarán las obras de la gran apuesta del Ayuntamiento de BComú: la supermanzana. Desde finales del mes de agosto, las calles de Consell de Cent, Rocafort, Comte Borrell y Girona se encuentran en plena transformación y pronto serán ejes verdes. 

Su objetivo es recuperar espacios públicos, crear zonas peatonales en la ciudad, promover el comercio de proximidad, acercar Barcelona al concepto de la ciudad de los 15 minutos, y disminuir los niveles de contaminación. Porque Barcelona supera en 42 microgramos por metro cúbico los límites de contaminación frente a los 40 permitidos por la Unión Europea. Todos los partidos están de acuerdo en que estos niveles deben reducirse, pero no todos quieren lograrlo de la misma manera. Maragall ya ha proclamado que los procesos urbanísticos del Eixample se han realizado “con frivolidad, improvisación y precipitación”. Tanto el PSC como Junts se oponen al proyecto. Aun así, han anunciado que, en el caso de ser alcaldables, no lo revertirán. Trias ha expresado que no es que esté en contra de las supermanzanas, sino que “no es un invento de la señora Colau y está destruyendo el concepto”. 

Todos los partidos están de acuerdo en que estos niveles deben reducirse, pero no todos quieren lograrlo de la misma manera.

Tampoco es un invento de Trias durante su mandato como alcalde. De hecho, la idea se remonta a 1987 y salió de la cabeza Salvador Rueda. En aquel momento, el alcalde de Barcelona era Pasqual Maragall y Rueda era el jefe técnico de medioambiente del Ayuntamiento de Barcelona. El proyecto se presentó junto al mapa de ruidos de la ciudad. “Más del 50% de la gente de Barcelona vivía en una calle que superaba los 65 dBA”, comenta Rueda para el Nacional.cat. Al final, no lograron que el proyecto formase parte de las políticas urbanísticas del ayuntamiento. Ahora, Ernest Maragall, hermano de Pasqual Margall, tampoco pretende extender las supermanzanas.

La primera supermanzana no fue la de Sant Antoni, sino la de Ciutat Vella en 1993, la Isla de Peatones. Posteriormente, en 2006, se llevaron a cabo las dos de Gràcia: las del alrededor de la Vila de Gràcia y de la calle Verdi. Barcelona ya tenía supermanzanas antes de las del Eixample, aunque no recibían ese nombre, puesto que no existía el concepto. El término de supermanzana es exclusivo al proyecto. Un plan del pasado para la Barcelona del futuro. 

Ocurre lo mismo con los otros temas en la agenda. No parece que haya un punto en común para solucionar las diferentes cuestiones que amenazan la longevidad de Barcelona. Las propuestas de proyectos para mejorar la ciudad se centran en proyectos que habían sido mencionados con anterioridad en otros programas electorales de años pasados e, incluso, en antiguos mandatos municipales. Es el caso del tranvía. El primer debate se remonta también a 1987 cuando se empezó a discutir su posibilidad. Se crearon dos tranvías separados, el TramBaix y el TramBesòs y entre el 2003 y el 2004 empezaron a funcionar. En 2010 se llevó a cabo un referéndum sobre la posibilidad de reformar la Diagonal, pero el semáforo se puso en rojo y le costó el cargo al entonces alcalde, Jordi Hereu. Xavier Trias entró en escena y el proyecto no se llevó a cabo.

En 2022, el debate resurgió. Las obras que han comenzado este 2023 para enlazar Glòries con Verdaguer llegarán para el año que viene, 2024. El polémico tramo que falta para unir desde Verdeguer hasta Francesc Macià, no se ha aprobado, y está en el punto de mira en los programas electorales de los partidos. Daniel Sirera, candidato del Partido Popular, ha pedido al resto de partidos que “dejen de usar el tranvía como baza electoral”. 

El modelo de ciudad está en pugna y el urbanismo es lo que definirá la transformación de Barcelona. Pero tan solo es el aspecto físico que la vestirá. Las personas que residen tienen otras preocupaciones. ¿Por qué han subido los alquileres alrededor de un 50% durante los últimos ocho años pese a que, según Lucía Martín, concejala de vivienda, nunca antes se hayan realizado políticas de vivienda “tan valientes y transformadoras”? ¿Qué ocurrirá con los pisos de la normativa del 30% de vivienda asequible? ¿Qué son los pisos de alquiler por temporada? ¿Qué sucedió con la suspensión de licencias hoteleras? ¿Hay masificación turística en Barcelona? ¿Por qué hay un límite de veinte personas en el aforo permitido para grupos de guías turísticos en Ciutat Vella?

Excepto el PP, todos los partidos acuerdan que hay que regular la actividad turística en la ciudad en menor o mayor medida. Según Maragall, “Barcelona es una ciudad de souvenirs”, mientras Trias añade al debate que no pretenden que la ciudad acoja “turismo infinito”, sino un “turismo de mayor calidad”. El turismo del verano de 2014 antes de que Trias abandonase la alcaldía, ya era un tipo de turismo que acechaba el descanso de los vecinos de la Barceloneta. Tanto el turismo, como la vivienda o, incluso la inseguridad o la limpieza, son problemas endémicos de la primera década del siglo XXI de Barcelona. Es su gestión y las políticas que se ejecutan lo que mejora o agrava la percepción que tienen de ellas los ciudadanos. Y durante una batalla política a semanas de las municipales, son los temas a los que se aferran los candidatos.

Tanto el turismo, como la vivienda o, incluso la inseguridad o la limpieza, son problemas endémicos de la primera década del siglo XXI de Barcelona.

En un momento en el que cada partido diverge sobre el modelo de ciudad que propone, en el que todavía no hay un claro ganador, en el que las opciones son muchas o, en realidad, pocas, Barcelona ansía ser el futuro. Pero en su proyección remueve un pasado que recuerda al Noucentisme de principios del siglo XX: un centro europeo de la modernidad, del progreso, de la tecnología, de las infraestructuras y, ahora, de la ecología. También lo ansían los políticos y los ciudadanos. Hay maneras y maneras de lograrlo. Ada Colau ha apostado por el viaje al futuro, y ha advertido de que Trias “quiere volver al pasado”. “Se presenta para desmontar las políticas de cambio”, sostiene la alcaldesa. Quizá se trate de volver al pasado para apostar por el futuro. O quizá se trate de viajar directamente al futuro. Sea como sea, el trayecto en el que viajará Barcelona durante los próximos cuatro años se decidirá el 28 de mayo con dos únicas alternativas: Colau sí, Colau no. 

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