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Textos de la Era de la Perla

Llenando el mundo de otras palabras

La diferencia sexual en la crisis del PSOE

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MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS

La diferencia sexual en la crisis del PSOE

Lo que en la crisis del Partido Socialista Obrero Español parece una crisis ideológica es, en mi opinión, una crisis de realismo por incapacidad de dejar entrar en su seno la diferencia sexual. La diferencia sexual es el sentido libre del ser mujer u hombre. Siendo sentido libre, no cabe en ningún marco, tampoco en el ideológico: va sin marco, como la vida, desbordando, si hace falta, el marco sin siquiera romperlo.

La diferencia sexual es una evidencia del cuerpo humano que cada hombre y cada mujer experimenta, vive y piensa como un valor y como una riqueza que le pertenecen. Pero no acaba de entrar en los partidos políticos que, consecuentemente, se devalúan. No entra porque nacieron en contra de ella. Históricamente, los partidos políticos nacieron a finales del siglo XVIII en el marco de la Revolución francesa como espacios de solo hombres para hacer política masculina (pretendidamente universal) en contra de los Salones de las Preciosas y su política mixta de mujeres y hombres, una política de mediación femenina que tenía en cuenta, muy en cuenta, la diferencia sexual. Los revolucionarios despreciaron por burguesas a las Preciosas y así, ingenuamente, taparon con insultos y desprecio que ellas sí habían sabido hacer política, alta, baja y altísima política, teniendo en cuenta el sentido libre del ser mujer u hombre. Hoy, la tapadera le está estallando en las manos al socialismo europeo; porque la diferencia sexual es una experiencia existencial, una experiencia del ser mujer u hombre, no una ideología, y no se deja tapar mucho tiempo. Hoy la diferencia sexual ha encontrado las palabras para decirse.

El contrato social al estilo de Rousseau que fundamenta los partidos políticos, en especial los partidos socialistas, se ha ido desintegrando en los últimos veinte años, desde que las que sostienen la Librería de mujeres de Milán tomaron conciencia y proclamaron públicamente el final del patriarcado (1996). Se ha ido desintegrando porque se basaba en el contrato sexual (Carole Pateman), fundamento, a su vez, del patriarcado y de las sociedades patriarcales. Los partidos políticos han perdido, así, su fundamento: se les han ido de las manos tanto el contrato sexual como el social.

El final del patriarcado ha facilitado a lo grande la expresión libre de la diferencia sexual, tanto la femenina como la masculina. En el PSOE, esto se nota desde hace tiempo; y le dio votos, el mío, por ejemplo, y el de otras y otros que conozco. Se notó una masculinidad distinta, más libre del patriarcado, en José Luis Rodríguez Zapatero cuando era presidente del gobierno, por ejemplo en el cumplir con su palabra retirando las tropas españolas de Irak, y también en el resentimiento visceral que le tienen todavía otros socialistas y otros hombres de partido. Se notó el pasado fin de semana en la declaración decisiva de Pedro Sánchez que decía que su madre y su padre (él dijo, desafortunadamente, sus “padres”) le enseñaron a ser coherente, o sea, a cumplir con su palabra procurando que sus palabras y sus actos coincidieran. Se nota también en las mujeres del PSOE que, fieles a su ser mujer, han conseguido incluir en el programa de su partido la abolición de la prostitución, fundamento, a su vez, del contrato sexual y del contrato social patriarcales, a cuya desintegración ellas (no todas las socialistas) han contribuido así decisivamente.

Sé que otras mujeres y hombres del PSOE tienen conciencia de muchas cosas pero no del sentido libre de su diferencia sexual. En mi opinión, ahora es el momento de tomar conciencia de ello. Lo es porque, ideológicamente, el sitio tradicional del PSOE ha sido poco a poco ocupado por otros partidos, partidos anticuados (aunque sean nuevos) porque creen que las ideologías son más importantes que la vida y más importantes que la expresión libre de lo vivido, o sea, de la experiencia, en primer lugar de la experiencia de ser mujer u hombre. Y lo es, sobre todo, porque ha terminado el patriarcado y su lugar ha sido recuperado por las mujeres y los hombres sin más, ricas y ricos en experiencias más que en instancias de poder: ricas y ricos en una política que las feministas llamamos política sexual, una política en la que todo empieza viviendo y pensando mi ser mujer u hombre y las relaciones entre los sexos: una política que todas y todos hacemos continuamente, que está en el principio de todo y que, como decía, ha encontrado ya las palabras para decirse a lo grande.

Del valor primordial de la experiencia en la política escribió Emily Dickinson (poema 899):

La Experiencia es el Camino Anguloso
Preferido contra la Mente
Por – Paradoja – la Mente misma –
Presumiendo que la conduce

Justo Enfrente – Qué complicada
La Disciplina del Hombre –
Que Le compele a elegir Él Mismo
Su Dolor Prefijado –

(3 octubre 2016)


1. El final del patriarcado. Ha ocurrido y no por casualidad. Barcelona, Llibreria Pròleg, 1996; www.libreriadelledonne.it/
2. Emily Dickinson, Poemas 601-1200. Soldar un Abismo con Aire –, Madrid, Sabina editorial, 2013, p. 431; www.sabinaeditorial.com

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