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El círculo vicioso de la invisibilidad de las bibliotecas especializadas (y cómo romperlo)

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Miquel Navas
Centre de Documentació
Museu de Ciències Naturals de Barcelona (MCNB)


Fernández Miedes, Luisa Inmaculada; Muntaner Sans, Natividad (2021). Informe global: situación de las bibliotecas especializadas en España: directorios y catálogos colectivos autonómicos. Madrid: Consejo de Cooperación Bibliotecaria, Comisión Técnica de Cooperación de Bibliotecas Especializadas. Disponible en: <https://www.ccbiblio.es/wp-content/uploads/Informe-Global-Catalogos-y-Directorios-Bibliotecas-Especializadas-2022.pdf>. [Consulta: 13/04/2023].


El Consejo de Cooperación Bibliotecaria (CCB), órgano interadministrativo dependiente del Ministerio de Cultura, fue creado en 2008. Forma parte la Comisión Técnica de Bibliotecas Especializadas, que es la autora de esta publicación de 2021.

El informe parte de los datos disponibles en el directorio Alzira, así como de los proporcionados por las comunidades autónomas que disponen de directorio propio, como es el caso de Cataluña. Es un documento breve, de 22 páginas, sin tener en cuenta los anexos, donde están los informes de cada comunidad. Se analiza el número total de bibliotecas (2.291) y, tanto a nivel estatal como de comunidad, se describe su distribución por tipología y titularidad, y la situación de la automatización. Los datos, presentados en tablas y gráficos (que son de sectores aunque para variables múltiples serían más indicados los gráficos de barras), muestran la prevalencia de la titularidad pública (72 %) sobre la privada, de las bibliotecas gubernamentales (31 %) sobre el resto, la falta de página web (casi la mitad, un 47 %, no tiene) u OPAC (48 %), y el dominio del software Absys, que está presente en más de la mitad de las bibliotecas que sí tienen OPAC. Se indica que existen pocos portales y catálogos de bibliotecas dedicados a las bibliotecas especializadas. 

Por lo que se refiere a Cataluña, es la comunidad autónoma con más bibliotecas especializadas (18 %), seguida de la Comunidad de Madrid (17 %) y Andalucía (12 %). No obstante, es la única comunidad que no ha facilitado su informe. No hay datos específicos en cuanto al software, pero sabemos que  Absys no es el dominante como en el resto del Estado. Se utiliza principalmente en la Red de Bibliotecas Judiciales mediante el Catálogo Colectivo del CENDOJ (Centro de Documentación del Consejo General del Poder Judicial, http://www.poderjudicial.es/abnetportal/), mientras que las Bibliotecas Especializadas de la Generalitat (BEG) tienen Millennium de Innovative (adquirido por Clarivate), las bibliotecas catalanas del CSIC forman parte del catálogo estatal con Alma de Exlibris, y entre el resto de bibliotecas hay una gran diversidad de sistemas de gestión.

Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de biblioteca especializada? Lógicamente, no es lo mismo una colección de libros más o menos organizada, que un equipamiento dotado de una colección documental diversa y bien descrita, gestionada con personal cualificado, y con servicios dirigidos a usuarios determinados (ya sean internos –de la propia institución– y/o externos –el público general o una comunidad específica). Si aquí tuviéramos tanto colecciones de libros como bibliotecas con servicio profesional, estaríamos ante un universo muy heterogéneo con unidades difícilmente comparables entre sí. De la misma manera, también se podría considerar que una biblioteca especializada puede constar de un servicio de información y/o documentación sin una colección física muy numerosa, tales como áreas o centros de documentación con archivo administrativo e histórico con responsabilidad en la gestión de sistemas de información como intranets, portales y newsletters... Este hecho afectaría en el universo estudiado, sobre todo en el ámbito privado.

Además de analizar datos, las autoras aportan conclusiones y recomendaciones. Nos recuerdan las herramientas que el CCB pone al alcance, como el directorio Alzira, el Portal de Bibliotecas Especializadas, y el proyecto de un generador automático de sedes web para bibliotecas, ya utilizado con éxito en las públicas. También mencionan que, en el marco de las competencias del CCB, «se debe seguir trabajando en visibilizar las bibliotecas especializadas como un servicio para toda la ciudadanía» y hacen hincapié en su rol de garantizar «el acceso a la información, la cultura y el conocimiento». Esta afirmación es discutible, dado que no todas las bibliotecas especializadas se dirigen al público general. Muchas tienen una función interna importante en el seno de sus instituciones, y si no se atiende a este hecho natural buscando realizar servicios de biblioteca pública, también se puede morir de éxito. Simplemente, es importante que cada biblioteca defina bien sus usuarios y servicios, y a partir de aquí establezca objetivos e identifique oportunidades.

Continuando con el tema de la (in)visibilidad, las autoras afirman que hay que «romper el círculo vicioso» según el cual el desconocimiento lleva a la infradotación, y esta falta de apoyo es un lastre para la visibilidad, y vuelta a empezar. Muy cierto, pero ¿cómo luchar para romperlo? A modo de consejos, las autoras ponen el foco en la necesidad de catalogar los fondos (y especialmente el patrimonial en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español), colaborar con Alzira, digitalizar patrimonio, complementar fondos de bibliotecas universitarias y de investigación, fomentar la colaboración con bibliotecas de titularidad privada... Son buenas ideas, pero de nuevo nos encontramos con la gran diversidad existente entre estas bibliotecas y con la dificultad de la cooperación ya no solo dentro de la propia administración o gobierno, sino más allá de sus límites. No hay una receta única para todas, y quizás el primer paso sería identificar partners y redes, y no solo dentro de la propia institución o administración, sino por afinidad temática o tipo de público, por ejemplo. Hay que superar barreras geográficas, institucionales y administrativas, simplificar procesos, no poner las colecciones en el centro de nuestra acción sino a los usuarios, y conseguir que las bibliotecas especializadas y los centros de documentación sean importantes en el seno de sus instituciones (participando de sus proyectos, trabajando a nivel transversal, asumiendo retos y saliendo de la zona de confort). Debemos buscar las oportunidades, no esperarlas. Hoy en día, hay muchas herramientas para colaborar a nivel interterritorial e interadministrativo, como podemos ver en la red RECIDA y DocAmbCat, o redes sociales para difundir colecciones y servicios de manera no oficial (por ejemplo, Bibliotecas Especializadas de Zamora, aunque está inactiva desde 2021). Tal y como destaca el informe, la voluntad del personal de trabajar en red es vital para cooperar. Y es encomiable en muchos casos, supliendo también la falta a nivel de asociacionismo, donde se habla sobre todo de bibliotecas públicas y universitarias, pero poco de especializadas, cuando actualmente (según consulta el 19.04.2023 en el Directorio de bibliotecas españolas) representan el 29 % en España, solo por detrás de las públicas, que son el doble. En este sentido, faltarían secciones dedicadas en el seno de las asociaciones profesionales, o una SLA como en los Estados Unidos.

En cuanto al apoyo, es cierto que es preciso el «normativo, institucional y económico». Pero aquí hay un problema recurrente, y es que muchos de los esfuerzos que hacen las administraciones son para las bibliotecas públicas y las especializadas quedan al arbitrio de las instituciones o departamentos de los que forman parte. Por ejemplo, en Cataluña el Servei de Biblioteques del Departament de Cultura apoya a las BEG mediante el catálogo unificado y otros recursos. Pero no hay una oficina u órgano para gestionarlas o impulsar la cooperación, a diferencia de las universitarias, que tienen el CSUC. Es la Comissió Gestora de las BEG quien se reúne y planifica, pero sin poder de decisión final, que corresponde a cada institución propietaria de la biblioteca. No obstante, tal y como hemos visto antes, es importante superar el ámbito gubernamental para identificar socios. Siguiendo con el caso de las BEG, ¿realmente tienen mucho en común una biblioteca de un departamento, la de un museo, un centro de documentación de un parque natural y una biblioteca auxiliar de un archivo histórico? ¿Podrían colaborar más allá de tener un catálogo común? ¿Tendría más sentido buscar alianzas con bibliotecas similares fuera de esta red o incluso fuera del territorio? La respuesta es: sí, y tanto, y de hecho, algunas lo hacen.

© Imagen de Gerd Altmann en Pixabay