Cartografies literàries de la Mediterrània

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La casa en la literatura turca y española

21 de març de 2020 Nesrin Karavar Deixa un comentari

Dentro de la casa de Carlos García-Alix

Dentro de la casa de Carlos García-Alix

  La casa en la literatura turca y española

Estambul de Orham Pamuk y Nada de Carmen Laforet

Los escritores que viven en un mismo período histórico tienen elementos comunes, aunque sean de distintas culturas y cada uno escriba con su estilo personal. Este tipo de comparación se amplía la literatura, tanto en términos geográficos como genéricos. Este aspecto de los estudios comparativos es el que ofrece el mayor potencial desde el punto de vista de la teoría literaria o ambiental y puede llevar a una comprensión de los aspectos sociales.

La época en que empiezan a escribir y se desarrolla la personalidad de Carmen Laforet y de Orhan Pamuk son diferentes. Laforet es una de las escritoras de la literatura de posguerra española de las primeras décadas del s. XX. Mientras que Pamuk es el escritor postmoderno/contemporáneo turco de las últimas  décadas del s. XX y principios del XXI, aunque los periodos literarios de los dos escritores son diferentes, la vivienda donde ha transcurrido la infancia de Pamuk coincide con el de la literatura de posguerra turca en la década de los 50.  En ambas novelas de la literatura turca y española la huella de la guerra se incorpora no solo a sus viviendas, sino al paisaje, a sus calles también dentro de la literatura y la semiótica.  Pues, ¿Qué puede decirnos el interior de las casas? Se podrá decir que la gente ya vive en una casa y, por tanto, no necesitaba saber nada más. Aunque parece que los viajeros extranjeros de Estambul han pensado así y, como decía Pamuk, han olvidado escribir sobre el interior de las casas: “Los viajeros extranjeros se ven obligados a olvidar, especialmente en Estambul, que lo que moldea una ciudad es tanto su apariencia exterior como el interior de las casas y el paisaje de los espacios cerrados.”

Una ciudad configura a las personas el interior de las casas, que consiste en mucho más que una aglomeración de edificios como afirma el arquitecto francés Le Corbusier (1887-1965) de quien Pamuk utilizó uno de sus dibujos de silueta de Estambul en su libro : “Busco con verdadero afán esas casas que son casas de hombres y no casas de arquitectos”.  Una ciudad que nunca está completa, y que no puede ser producto de una sola visión como dice Pamuk: “a mí me daba la impresión de que cada piso era un universo completamente diferente, un país completamente distinto”.

Las leyes que rigen la distribución de los espacios en la edad contemporánea en el barrio de Nişantaşı y en la calle Aribau son iguales: el comedor, el dormitorio del matrimonio, el de los hijos. Muchos de los muebles y electrodomésticos se repiten en muchas de ellas. Pero, sin embargo, son exclusivos de un lugar, de una cultura. Por ejemplo, las tazas tradicionales para tomar café turco en la casa de Pamuk era imposible que existiera en la casa de Andrea. Dibuja esta escena tradicional de café turco así: “A veces veo por una ventana a una mujer sola sentada a una mesa leyendo su fortuna en los posos del café”. Y café en la casa de Barcelona: “la cafetera exprés y sacaba no sé de dónde unas mágicas tazas (…)”.

Se puede leer el artículo publicado por Nesrin Karavar en la revista ANUARI DE FILOLOGIA. LLENGÜES I LITERATURES MODERNES  de la Universidad de Barcelona en agosto de 2018.

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Clases de lengua turca

19 de març de 2020 calitme Deixa un comentari

“¿Qué puedo yo saber de Turquía al cabo de tres días? He oído un idioma agradable, que me suena a un alemán más suave.” (Jorge Luis Borges)

TURCO

Alrededor de 78 millones de hablantes nativos y 12 millones como hablantes de segunda lengua. Turquía y el norte de Chipre son zonas donde se habla sobre todo el turco. Hay importantes minorías de habla turca en los Balcanes, así como en Europa occidental, sobre todo en Alemania, Francia y los Países Bajos.

FAMILIA

Las lenguas túrquicas comprenden alrededor de unas 30 lenguas vivas diseminadas por una vasta zona que va desde el sureste europeo hasta el noreste de Asia. Como integrante de esa familia túrquica, el turco pertenece al grupo de Oguz, junto con el azeri  y el turcomano. Entre los hablantes de estas lenguas la comunicación es perfectamente factible.  Si alguien está interesado en aprender una lengua no indoeuropea y no quiere volverse loco, el turco es una excelente opción. Es profundamente diferente a todo lo que imaginamos en las lenguas indoeuropeas, lo cual significa que no es nada fácil, pero al menos su gramática y su ortografía (en caracteres latinos) son muy regulares y no es una lengua tonal. (Gaston Dorren, Babel. La vuelta al mundo en 20 idiomas, Turner, 2019)

 

 

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El ‘Llibre dels avars’ de Jàhiz de Bàssora

18 de gener de 2020 calitme Deixa un comentari

És la primera obra de l’autor traduïda al català. Del trasllat se n’ha encarregat Margarida Castells Criballés, la millor traductora de l’àrab, professora associada a la Universitat de Barcelona. El Llibre dels avars, publicat per Adesiara, recull anècdotes i epístoles al voltant de l’avarícia aplegades per Jàhiz de Bàssora, considerat el primer gran prosista de la literatura àrab. “Sociològicament el text té un valor excepcional perquè ve a ser una crònica de la seva època; t’adones que moltes coses no han canviat gens, com ara el tractament que reben les dones, les disputes religioses, les festes o els àpats, i Jàhiz ho veu tot amb una distància i ironia molt actuals”, apunta Castells. Jàhiz de Bàssora –un home lleig, amb els ulls sortits (‘jàhiz’ vol dir precisament això), de pell fosca, descendent d’esclaus negres– apareix com a personatge en alguns acudits. En aquest sentit, el de la popularitat, Castells equival l’intel·lectual a una mena de Cervantes àrab.

 

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Las narrativas de viajes:Isabelle Eberhardt

23 de desembre de 2019 calitme Deixa un comentari

Amilcar Torrão Filho (Pontificia Universidade Católica de São Paulo, PUC-SP) en 17 de diciembre ofreció la conferencia “Eternidad nómada. Performatividad de género en las narrativas de viajes de Isabelle Eberhardt / Mahmoud Saad”. En su intervención, analizó los diarios de viaje de Isabelle Eberhardt (1877-1904), escritora y viajera de origen ruso que vivió varios años travestido como un místico sufí y bajo el nombre Mahmoud Saad para superar las limitaciones que condicionan la vida de las mujeres en el desierto.

Este coloquio es el resultado del proyecto “Tránsfugas y parias modernas” (FEM2017-83974- / P MINECO / AEI / FEDER, UE) y “Género(s) y lenguaje(s) en la arabidad contemporánea” (PGC2018-100959 -B-E00 MCIU / AEI / FEDER, UE) y con la organización ADHUC-Centre de Recerca Teoria, Gènere, Sexualitat; Càtedra UNESCO Dones, desenvolupament i cultures.

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Lectura de la tesi doctoral

18 de novembre de 2019 calitme Deixa un comentari

Lectura de la tesi doctoral a càrrec de Meritxell Joan Rodríguez, Writing the In-Between: Transmediterranean Identity Constructions in the Works of Najat El Hachmi and Dalila Kerchouche.

Data: 29 de novembre de 2019
Horari: 11.30 h
Lloc: Sala de Graus
Programa de Doctorat d’Estudis Lingüístics, Literaris i Culturals

http://www.ub.edu/noticies/cgi/event.pl?id=131500&noticiaub=FILOLOG

 

 

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Mujeres, cine y orientalismo

17 de novembre de 2019 calitme 2 Comentaris

La nueva exposición temporal “Fantasía árabe. Pintura orientalista en España (1860-1900) servirá de eje al ciclo formativo que acogerá el Museo Carmen Thyssen Málaga entre los días 7 y 26 de noviembre, y en el que participarán los comisarios de la muestra Lourdes Moreno y Francesc Quílez, el profesor de Pensamiento Islámico, Emilio González Ferrín; y la experta en mujer, desarrollo y cultura Mònica Rius Piniés. 26 de noviembre de Mónica Rius Piniés, cátedra Unesco
Mujeres, desarrollo y culturas de la Universitat de Barcelona con la conferencia “Mujeres, cine y orientalismo:una combinación explosiva”.

Mònica Rius Piniés

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El ciclo “Parlem de gènere”

17 de novembre de 2019 calitme Deixa un comentari

La Cátedra UNESCO Mujeres, desarrollo y culturas, dirigida por Mònica Rius Piniés (ADHUC—Centro de Investigación Teoría, Género y Sexualidad) inicia un ciclo de conversaciones cuyo objetivo es dar a conocer la realidad de profesiones que están invisibilizadas, desde una perspectiva de género. El ciclo “Parlem de gènere” se inicia con un diálogo entre Ana María Bejarano (Premio Nacional de Traducción 2016) y Margarita Castells (Premio Crítica Serra d’Or 2006), traductoras de lenguas semíticas: del hebreo y del árabe, respectivamente. Durante la conversación, titulada “Invisibilidades interseccionales: lengua, traducción y género”, ambas reflexionarán sobre los entresijos de un trabajo que acostumbra a estar silenciado. Esta actividad se enmarca en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), concretamente en el número 5: conseguir la igualdad de género. Los ODS conforman la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y son una continuación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La actividad está abierta al público interesado y cuenta con el apoyo del Institut Català de les Dones.

El ciclo “Parlem de gènere”

Invisibilidades interseccionales: lengua, traducción y género

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Charla: Amor y Espiritualidad

3 d'octubre de 2019 calitme Deixa un comentari

«Amor» y «estimar» son dos términos hoy tan confundidos que a menudo se utilizan en acepciones incluso contradictorias. Hay que discriminar, reflexionar y recuperar el sentido grandioso del amor, la experiencia es uno de los grandes objetivos como seres vivos.

En 16 de octubre de 2019 en la Biblioteca Jaume Fuster dos mujeres de distintas culturas conversaran sobre amor y espiritualidad en la vida, en sus culturas y en la literatura : Teresa Forcades i Vila y Nesrin Karavar.

https://guia.barcelona.cat/es/detall/l-aventura-de-coneixer-cicle-tematic-xerrada-espiritualitat-practica-avui-amor-i-espiritualitat-a-carrec-de-josep-maria-fericgla-teresa-forcades-i-vila-i-nesrinkaravar_99400636129.html

 

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‘Cinco Ciudades’ en la literatura turca

1 d'agost de 2019 calitme 2 Comentaris

Cinco Ciudades (Beş Şehir)

Ahmet Hamdi Tanpınar, Rafael Carpintero Ortega (traductor)

Madrid, Sexto Piso, 2018, 247pp. ISBN: 978-84-16677-58-0

A pocos años de la celebración del centenario de la creación de la República de Turquía (1923) es un buen momento para aproximarnos a la obra de Ahmet Hamdi Tanpınar y más concretamente a su libro Cinco ciudades que tan bien ilustra la mentalidad de este período de transición en el que se pasa del imperio a la república.  La creación ex novo de un estado-nación en pleno siglo XX[1] no fue una empresa nada fácil y tampoco lo fue dejar tras sus espaldas un pasado imperial que había impregnado un territorio inmenso, que iba de los Balcanes hasta la frontera con el imperio persa, de todos unos elementos culturales que podríamos considerar otomanos. Paralelamente a este proceso de desintegración, había unos países europeos ansiosos de tierras nuevas que veían en el desmembramiento del Imperio Otomano una oportunidad. Este será el contexto histórico que le tocará vivir a Tanpınar. Un escritor que ha sido considerado por el mismo Orhan Pamuk como su maestro, o el mundo de la crítica literaria lo ha considerado el escritor turco más importante del siglo XX[2].

Cinco Ciudades es un libro de “sólo” 247 páginas, pero con una cantidad de datos y de información histórico-cultural que puede desbordar a cualquier lector. No es un tratado de arquitectura ni de música, tampoco es un tratado de poesía, ni de historia, pero podría parecerlo. Tampoco son unas memorias, pero algunas veces también podría parecerlo. Pues, ¿qué es? uno se preguntará, ¿verdad?  A priori uno podría limitarse a decir que es una simple recopilación de un total de cuatro ensayos que en un primer momento se publicaron de manera independiente uno de otro en la revista Ülkü en los años cuarenta del siglo pasado. Cuando decidió publicarlo como un libro (1946) le añadió un nuevo ensayo dedicado a la ciudad de Konya. Ese hecho refuerza la teoría que consiste en que el autor presenta las ciudades en un orden cronológico según el criterio y los objetivos suyos. Así los primeros capítulos están dedicados a cuatro ciudades anatólicas como son: Ankara, Erzurum, Konya y Bursa y el quinto a la Ciudad, es decir Estambul3.  Su objetivo primordial no es presentar una obra erudita al estilo de Pausanias o mejor dicho del otomano Evliya Çelebi, con descripciones con pelos y señales de los monumentos que uno podía encontrar en las ciudades, tampoco presenta una narración histórico-legendaria al estilo de Heródoto. No, no es su objetivo, pero también lo hace. Él deja muy claro su objetivo en la primera línea de su prólogo:

«el tema fundamental de Cinco ciudades es la tristeza que sentimos en nuestra vida después de sufrir alguna pérdida» (2018, 13).

Una de las características de la producción literaria de Tanpınar es esta tristeza, esta melancolía hacia el pasado, huzur. Un pasado que no es otro que el Imperio Otomano, del cual él ha sido testimonio directo de su derrumbamiento[3]y todo lo que ello conllevó. Desde una perspectiva economicista el Imperio Otomano se basaba en un sistema tributario, de Ancien Régime, incompatible con el nuevo mundo político y económico surgido de la Revolución Francesa, grosso modo, dígase democracia-capitalismo, comunismo o fascismo.

«(…) lo que ahora llamamos “cambio cultural”, esa larga y traumática experiencia a la que hemos ligado todas nuestras esperanzas de supervivencia. Desde hace ciento cincuenta años no hemos dejado de estar colgados de sus acantilados» (2018, 13)

Así es como Tanpınar percibe las ideas que llegan de Occidente. Por un lado, califica el cambio de experiencia traumática. No es el hecho de cambiar, si no las consecuencias que conlleva ello. Como veremos más adelante la sociedad queda huérfana de referentes identitarios, con el nacimiento de la República se intenta hacer tabula rasa con el pasado de manera radical y, en segundo lugar, parece que se acaba con el tira y afloja que había entre partidarios de abrazar las idees que vienen de Europa y los que se oponían[4]. Ahora ya es incuestionable, el proceso de modernización ya ha empezado.

«el barrio de hoy no es, como era antaño, un grupo social en el que cada miembro vivía ligado a los demás; sólo consiste en una división de la organización municipal. De hecho, el lugar del barrio lo ha ido ocupando lentamente el bloque de pisos, en el que el de abajo no sabe nada del de arriba, indiferente a vidas y muertes; de cada ventana rebosa la melodía de una emisora de radio distinta como si fuera una pequeña Babel» (2018, 155).

El estilo de vida también se vio afectado con la transición de una sociedad de Ancien Régime a una capitalista. Esto es solo un ejemplo de la tristeza que le produce este “cambio traumático”, que además de afectar aspectos socioculturales también la manera de relacionarse empezará a hacerse más impersonal y individualista. Pero el aspecto que preocupa a nuestro autor es la identidad y durante los primeros años de la nueva nación, que nace de los restos imperiales, se adoptará de una manera extrema el binomio: un estado una nación.  Él se siente desorientado e incluso desubicado con la identidad de este mundo nuevo, pero sí que tiene muy claro de donde se viene y cuál era la identidad otomana/turca del pasado:

«En Estambul convive con todas las generaciones una arquitectura que comenzó en tiempos de la conquista. La verdadera Estambul turca hay que buscarla en ella» (2018,159)

Cuando habla de Bursa dice que:

«Los ciento treinta años que pasaron hasta la conquista de 1453 (…) bastaron para convertirla en una ciudad turca de arriba abajo (…)» (2018,111). «(…) nuestros abuelos cambiaron el rostro de Bursa y Estambul y en medio siglo las hicieron puramente turcas y musulmanas. En un plazo de veinte o treinta años, desapareció de ambas ciudades el paisaje en ruinas del Imperio romano de Oriente y su lugar lo ocupó, con sus mezquitas, sus madrasas y sus caravasares (…)» (2018,132).

Una identidad fuertemente marcada por un tipo de arquitectura concreto, y también aparece el elemento clave, el religioso. Occidente no es musulmana. Sin embargo, durante este período de inicios de la República se adoptará una nueva manera de entender el mundo que consistirá en modernizar el nuevo país alafrange[5]: legislación inspirada en el Código de Napoleón, el final del sistema de millet, disolución de las cofradías (tarikat) y todos los conventos (tekke) derviches, adopción del alfabeto “turco”, secularización de la política, adopción de estilos de ropa europeos, etc. (2004, 165-195). De pasar a ser un estado religioso regido por el Corán pasa a ser un estado laico. La religión hasta ahora había sido el elemento de la identidad turco-otomana que lo diferenciaba de occidente. Con esta metamorfosis una parta de la población se sentirá desorientada. De repente no hay una música, ni arquitectura ni literatura propias y se empieza a imitar lo que se hacía sobre todo en Francia. Actualmente este debate aún es de actualidad. Turquía es un país relativamente moderno y aún no ha conseguido fijar una identidad inclusiva y es que durante el Imperio Otomano los turcos eran una de las muchas nacionalidades que había. No es lo mismo decir que se es turco (türk) que decir que se es de Turquía (türklü), por ejemplo.  Por eso, es un libro que puede parecernos de extrema actualidad[6]. A lo largo del libro se reflexiona sobra la identidad pasada y el cambio, pero ello no acaba con ninguna solución ni tan solo con una propuesta.

El mismo Tanpınar estructuró el libro en cinco capítulos que no eran otra cosa que los cuatro ensayos y otro extra que escribió cuando decidió publicar los ensayos como un libro. El libro fue reeditado once años después con unas leves modificaciones en lo que hace referencia a los capítulos dedicados a la época selyúcida.  El orden en el que aparecen las ciudades podría parecer aleatorio o irrelevante, pero como afirma su traductor al castellano, Rafael Carpintero, Tanpınar quiere presentar la evolución de una estética turca particular y propia (2018). Aunque eso no significa que se límite a seguir stricto sensu un orden cronológico como si de un historiador se tratase. El ensayo que abre el libro está dedicada a la pequeña y nueva capital, Ankara. A pesar de no ser el mejor ejemplo de romanidad[7] es el único capítulo donde los elementos romanos y bizantinos tienen cierta visibilidad. De ellos destaca que se mezclan con las “tumbas de nuestros abuelos” y pone como ejemplo los restos del templo romano dedicado a Augusto que aún hoy en día pueden apreciarse en Ankara, enfrente de una mezquita dedicada a un poeta local del siglo XV Hacı Bayram. A pesar de haber considerado que es el capítulo que simboliza los orígenes, que están en la cultura romana también tiene un peso importante el presente. La Guerra de Independencia es destacada como uno de los hechos nacionales más importantes:

«(..)Mustafa Kemal y sus compañeros, que los llevó a enfrentarse a mil y una dificultades, permitirá que continúe durante siglos lo iniciado en Manzikert y en la toma de Estambul (…)» (2018, 32).

Y por supuesto tampoco faltarán unas palabras de admiración al primer presidente de la República Mustafá Kemal. El segundo capítulo está dedicada a una ciudad de la Anatolia profunda, una ciudad de frontera. Erzurum fue una ciudad muy importante cuya ubicación en medio de la ruta de caravanas que conectaba Trabzon (Mar Negro) con Tabriz (Irán) le valió para consolidarse como una de las ciudades más prosperas de la región. De ella dice:

(…) Aquella ciudad de mercados atestados de gente con indumentaria colorista, con sus guarnicionerías, sus joyerías, sus latonerías, sus tiendas, sus caravasares adonde entraban y desde los que salían tantas mercancías al cabo del año…(..). No la veía como la primera vez, con un alma que todo lo encontraba nuevo y maravilloso, sino con una mirada cuya magia se había marchitado al haber pasado por una serie de experiencias dolorosas. (2018,36- 37).

Antes del “cambio” es descrita como una ciudad mágica muy al estilo oriental. Pero, no hay lugar que no se salve del “cambio traumático” y del huzur. Erzurum aparece en segundo lugar es por una batalla que tuvo lugar a ciento cincuenta kilómetros de distancia y que permitió que las tribus turcas penetrasen en Anatolia. La Batalla de Manzikert (1071). Otros hechos que hacen la ciudad merecedora de ser destacada por encima del resto de ciudades que no aparecen es que es desde allí donde Atatürk empezó la conquista de toda la Península de Anatolia durante la Guerra de Independencia.  Además de representar una identidad cultural muy anatólica[8].

«Aquella vida despareció para no volver jamás. Porque, aunque no se hubiera producido el desastre que trajo la Gran Guerra, el mercado se habría apagado de todas formas, los artesanos se habrían dispersado y la ciudad habría menguado y se habría ido volviendo pueblerina hasta que pudiera encontrar una nueva forma de producción que le permitiera desarrollar una nueva identidad (…).  En 1914 llegaron dos cosas a la vez: la Guerra Mundial y los nuevos tiempos. (…) Antes llegaba una caravana, contrataba aquí todas sus provisiones y la ciudad se llenaba de dinero. Ahora un camión que carga lo que veinte mulas salen por la mañana de Trebisonda y está aquí al anochecer…» (2018,4142)

Erzurum está llena de melancolía, tristeza, huzur.  El tercer escrito está dedicada a la primera capital selyúcida y una de las muchas poblaciones que quedarán arrasadas con las invasiones mongolas en el siglo XIII. Konya. De este lugar, como los anteriores, el escritor turco se fija en aspectos que van del arte a la historia, e incluso algunas veces adopta una visión antropológica, como se puede apreciar también en Erzurum cuando describe los ropajes que ve en los mercados. La cultura selyúcida es percibida para el autor como la Edad Media en Europa, y es por eso por lo que no se ve el nivel de admiración ni el de alabanzas que si merecen las dos ciudades otomanas que siguen.  Tanpınar fue un gran conocedor de la cultura otomana y occidental, así se puede apreciar cuando compara Mevlana con un referente occidental: Dante (2018, 100). También muestra el carácter multiétnico tan típico de las ciudades del período otomano, pero por razones nacionales y nacionalistas algunas etnias son ignoradas[9]:

«Como en otras ciudades medievales de Anatolia, junto a la gran masa de habitantes básicamente turca, existía un grupo de pobladores nativos que seguían siendo cristianos, como los rumíes y los armenios, y una gran suma de georgianos, bizantinos, sirios, egipcios, mesopotámicos e iraquíes, mercaderes latinos, jorasmios, mercenarios de Bizancio y restos de los cruzados» (2018, 89).

El cuarto capítulo está dedicado a la primera capital del Imperio Otomano y es aquí donde la cultura turca ya empieza a forjarse y cuyo zenit se consiguió en Estambul, la ciudad que cierra el libro y, también, el Imperio Otomano. Para él, como hemos visto antes, ser otomano no difiere mucho de ser turco[10].  En el capítulo de Bursa la melancolía vuelve aparecer en forma de grandes dosis de huzur e idealización de los primeros sultanes otomanos, los conquistadores:

«Para quinees yacen en esa tumba (…) está claro que el otro lado del telón consiste solamente en un sueño en el que se siente añoranza por las posesiones perdidas en medio de una dulce somnolencia» (2018, 125).

Desprende una especie de nacionalismo otomano-turco que en Estambul parece un nacionalismo estambulita. Finalmente, encontramos el capítulo más extenso del libro y no podía ser otro que el dedicado a la Ciudad, Estambul. Aquí vamos a encontrar el súmmum del arte turco-otomano y paradoxalmente también su final y degeneración.

«¿Por qué no vamos a presumir? Pocas obras arquitectónicas dentro o fuera del país son tan bellas como nuestras mezquitas. (…) Y ya en tiempos de Solimán el Magnífico, Estambul era ya una ciudad completamente turca con sus mezquitas, caravasares, baños, madrasas, grandes palacios y mausoleos de santones. Sin embargo, existía la necesidad que ese paisaje tan propiamente nuestro fuera completado por la genialidad: convertir ese proceso en un estallido. Y es Sinan quien lo hace». (2018, 161162).

Así es como se configura la identidad turco-otomana. Si antes ya había comparado a Mevlana con un referente occidental como fue Dante, ahora no duda en comparar a Sinan con Fidias, Miguel Ángel y Palladio, por las innovaciones que aportó en el arte otomano.[11] Una vez alcanzada la cumbre siempre viene la bajada y en el Imperio Otomano, según el escritor turco tiene lugar a partir del XVII (2018, 196, 199, 211), con las reformas que se llevaron a cabo durante los años del Tanzimat. Si antes todo era admiración, belleza y harmonía ahora eso quedará restringido a ciertas zonas de la ciudad que se encuentran en el Bósforo y Beyazıt. Contrapone Estambul y Beyoǧlu, no sin antes afirmar que después de las Reformas una parte de la ciudad fue jenízara, para pasar a ser después de los jóvenes otomanos cuya actitud compara con la de matones o gánsteres (2018, 196). Esta parte de la ciudad no era otra que Beyoǧlu. Una zona que ya en tiempos del Imperio Bizantino fue un territorio donde se asentaron, los comerciantes y embajadores extranjeros. Durante los primeros años de la República esta misma zona se convirtió en el barrio de los escritores, la moda y del ocio nocturno.  Para Tanpınar, que fue un hombre de mundo lo que veía allí no le gustaba, y es que era una imitación del “no-nosotros”. El “nosotros” del que habla él tiene un origen turco-otomano. No es una simple imitación de lo que se hace en Viena o París.

«Y Beyoǧlu entra en la vida de la ciudad, con una cara constructiva y otra destructiva. El distrito, que había empezado a brillar de repente gracias al teatro, se convierte en la época de Abdülaziz en el rincón preferido de los grandes hoteles y tiendas, de los elegantes sastres europeos para los ricos y de las tiendas de confección para los pobres, de entretenimientos importados de París y Europa para todas clases, conciertos a la europea, cantantes y bailarinas prácticamente desconocidas…» (2018, 209).

Se muestra crítico, incluso reticente a lo que viene de Europa. Tiene una concepción muy puritana de la cultura en general, y más concretamente de la suya. Siente la necesidad de marcar una distancia entre lo “nuestro” y lo “no-nuestro” y el pilar fundamental en el que se basa la diferencia identitaria es la religión:

«Estambul era el orgullo del imperio entero y de todo el orbe musulmán» (2018,141)

El objetivo de Ahmet Hamdi Tanpınar no es otro que el de hacer literatura y como de si una novela se tratase nos sorprende con una reflexión final que deja a uno totalmente descolocado. Después de pasarse toda la novela halagando el pasado otomano dice:

«¿Hasta qué punto podría satisfacerme ver acercarse a Kandilli el caique imperial de Mehmet IV? (…) Ni siquiera podría vivir más de diez minutos en la Estambul de

Solimán el Magnífico o de Sokullu. ¿A cuántos adelantos tendría que renunciar, qué partes fundamentales de mi personalidad tendría que amputar y arrojar a un lado? (…) Lo que busco no es a ellos ni sus épocas» (2018, 245).

Y es que su objetivo no es el de encontrar la nueva identidad turca ni explicar la historia de la estética turca, sino más bien sentir tristeza por la identidad que se perdió y es que estar entre Occidente y Oriente es lo que tiene.

Ne içindeyim zamanın

Ne de büsbütün dışinda[12]

Carles Xaudiera

Bibliografía 

Akan, Murat, “La Turquía de Atatürk: las raíces, ramas y mitos del laicismo kemalista” en La Vanguardia Dossier,2009,  núm.32,  Barcelona.

Carpintero, Rafael, Cinco ciudades/Beş şehir”, El carpintero traductor, 1/03/2018, https://rafaelcarpinterotraductor.wordpress.com/2018/03/01/cinco–ciudades–bes–sehir/ acceso 17/06/2019

Martorell, Manuel, Los kurdos, 1991, Espasa Calpe, Madrid

Rubiol, Gloria, Turquía, entre Occidente y el Islam. Una historia contemporánea, 2004, Barcelona

[1] Los estado-nación consolidados en Europa llevaban siglos de ventaja con lo que se estaba viviendo en territorios de la futura Turquía. Los turcos se encuentran de repente que tienen que definirse culturalmente si quieren existir en un mundo regido por el binomio incuestionable y que todo lo justifica: un estado una nación. El kemalismo adoptó y promovió una ideología basada en la superioridad de la nación turca sobre las otras naciones, como dice Murat Akan (2009, 27) e incluso aplicó políticas de exterminio. Fue esta la ideología que se adoptó como oficial, pero había otras posiciones como el panturismo.

[2] Incluso existe un festival literario que lleva su nombre y se celebra todos los años en Estambul (ITEF). O un escritor argentino ha hecho un homenaje al escritor visitando las mismas ciudades y publicando.  3 Ese es el orden original de la edición turca y castellana, según su traductor Rafael Carpintero, pero no es el orden que sigue la edición francesa, que empieza con Estambul y va siguiendo de manera invertida la estructura de la obra original.

[3] Ser imperio significaba poder y grandeza, o eso quiere mostrar el autor a lo largo de la novela. Además de mostrar una identidad basada, en gran parte, en la religión: musulmana.

[4] Con el Tanzimat (1839-1876), un período que Gloria Rubiol, siguiendo a la historiografía, define como la época del despotismo ilustrado otomano, impulsado por una elite reformista. En aquella etapa se intentó la remodelación del Estado otomano en cuanto a su administración, economía y finanzas según el modelo europeo occidental (2004, p.63). A partir de este período podemos identificar dos ideologías políticas o como dice nuestro autor: “era un crisol en el que se podría obtener una nueva amalgama combinando dos civilizaciones” (2018, 141): occidente y oriente.

[5] A la franca, es decir a la manera europea. También existe el termino alaturca en contraposición.

[6] En el 2013 tuvieron lugar unas protestas que hicieron temblar los pilares del poder. Una parte de la sociedad estaba molesta por las políticas del gobierno y se utilizó la aprobación de la tala de unos arboles de un parque situado en Taksim, en el ombligo de la urbe, para mostrar el descontento. A lo mejor Tanpınar les hubiera apoyado: «La muerte de un árbol es como la pérdida de una gran obra arquitectónica. Por desgracia, desde hace un siglo, o quizá más, nos hemos acostumbrado a ambas» (2018, 187).

[7] En turco rum significa romano. El imperio Bizantino, no es nada más que la continuación del imperio romano de oriente. Por lo tanto, los griegos de Anatolia son conocidos como romanos en Turquía.

[8] Muy diferente de las identidades que podríamos encontrar en el Mediterráneo, por ejemplo Izmir.

[9] Me refiero a los kurdos. Por ejemplo, cuando habla de los pastores de Cizre o Bingöl (2018, 36) o en el fragmento son ignorados. Según Manuel Martorell se negó su existencia durante los primeros años de la República de Turquía (1991, 62). No duda en reconocer el carácter multiétnico que caracterizó el Imperio Otomano. Es curioso, o no, que no mencione nada de los kurdos, a pesar de que en más de una vez uno puedo intuir que está hablando de ellos. En cambio, no tiene ningún tipo de problema en dar visibilidad a rumíes y a armenios los cuales serán victimas de las políticas nacionalistas excluyentes.

[10] Pero no para las elites gobernantes del momento que quieren cortar con el pasado otomano.

[11] Y es que, en el fondo, aunque intente marcar una distancia entre Occidente, que la hay, tiene referentes occidentales.  Incluso este arte turco-otomano que dice que logra Sinan se nutre en gran parte del arte bizantino, y especialmente Agia Sofia.

[12] “Ni dentro del tiempo ni fuera del tiempo”. Epitafio que se encuentra en su tumba.

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Literatura turca femenina con Suat Dervis

4 de juliol de 2019 calitme Deixa un comentari

SUAT DERVIŞ Y LAS SOMBRAS DEL PALACIO

TIANA PUIG I SOLER

Alumna de la literatura turca, Universitat de Barcelona

 

Suat Derviş está considerada, juntamente con Halide Edib Adıvar, como una de las principales escritoras femeninas de la literatura turca contemporánea, que se puede entender como la literatura de la nueva República de Turquía (constituida el 1923) y de los años inmediatamente anteriores a la abolición del califato otomano.

Este encuadre temporal es relevante porque la época de transición histórica que le tocó vivir es uno de los elementos centrales que conforman la identidad de la autora y que caracterizan su obra. Nacida en 1905 (según otras fuentes, 1903 o 1904) e hija de una familia aristócrata de Estambul, Suat Derviş vio la caída de la aristocracia otomana y las reformas de modernización implantadas por Mustafá Kemal Atatürk (la laicización del estado, la adopción de un código civil y criminal basados en el modelo suizo, la adopción del calendario gregoriano, la sustitución del alfabeto árabe por el latín, etc.), la caída de un mundo y el nacimiento de uno nuevo.

Este cambio cultural, religioso, social y lingüístico tan repentino (que haría falta preguntarse si realmente se llegó a culminar y, en caso afirmativo, hasta qué punto y a qué precio) todavía arrastra secuelas y es, en consecuencia, un tema central en muchas de las obras de la literatura turca contemporánea y, entre ellas, también en las de Suat Derviş.

En su caso, sin embargo, esta época de cambio no solamente la vivió desde el prisma de su país natal, es decir, desde el ya desaparecido imperio otomano y la reciente fundada República kemalista, sino que también integró a las vivencias de aquellos cambios otras experiencias vitales y culturales adquiridas durante los años que pasó en Alemania, Francia y la Unión Soviética. Suat Derviş gozó de un entorno familiar liberal en el que no existía ni la segregación ni la discriminación por sexos. Su madre tenía una buena educación y ella fue educada en casa en alemán y francés, y en materias como literatura y música. Después de la Primera Guerra Mundial, durante los años 1919 y 1920, vivió y estudió en Berlín con su hermana, donde empezó su carrera literaria escribiendo sobre Turquía para revistas alemanas.

Kara kitap [Libro negro], su primera obra, fue publicada en Estambul en 1920 con tan solo dieciséis años y entre ese año y el 1932 publicó más de diez novelas. Sus novelas de esa época se caracterizan por el interés en la psicología femenina y, como conocedora de ciudades como Estambul, Berlín, París o Lausanne, también por la psicología del individuo y los procesos de individualización, un elemento que difiere de las corrientes más populares de la época, que se centraban en el análisis de la sociedad y dejaban más de lado la psicología interior del individuo. En realidad, en este contexto, Suat Derviş es considerada la primera autora turca que escribe literatura gótica, incorporando elementos propios de este género, también presentes en la novela que nos ocupa: Las sombras del palacio.

No es hasta los años treinta, después de la muerte de su padre y del retorno a Turquía, que se aleja de las posiciones más liberales y se aproxima al pensamiento marxista y participa de corrientes literarias de realismo social con la creación de la revista Yeni Edebiyat [Nueva literatura], de la cual fue una de las principales escritoras, juntamente con otros autores como Nâzım Hikmet, Sabahattin Ali y Sadri Erten. En esta segunda época, y especialmente después de las dos estancias que hizo en la Unión Soviética, el interés de Suat Derviş por las temáticas sociales aumenta e incorpora elementos de realismo social en sus novelas.

Este contexto biográfico es importante tanto para entender su obra como la importancia de esta autora como testimonio de una época crucial en la historia de Turquía y a su vez de nuestra historia contemporánea.

Las sombras del palacio, escrita en francés en 1958 durante sus años de exilio europeo (1953-1963), es la única novela de Suat Derviş que ha llegado a nuestras librerías gracias a la editorial Ardicia, que apostó por publicar una traducción al castellano de Susana Prieto Mori en septiembre de 2018.

Las sombras del palacio nos habla de la vida de Celile, una mujer de familia aristócrata, nieta del pachá Veliddin. Una historia en la que su presente (su vida matrimonial con Ahmet Berkan) y su deseo de una relación distinta con su amante Muhsin Demirtaş se entretejen de forma casi simultánea con los recuerdos de los años de infancia en el yalı[1] familiar, que con la llegada de la República se va descomponiendo lentamente.

Esta novela expone las diferencias y la incomprensión entre estos dos mundos y nos presenta la figura de la mujer musulmana de la época, representada tanto en la introspección y majestuosidad de Celile como en las maneras y el estoicismo de su abuela, Çeşmiahu hanimefendi. La relación de Celile con su marido y con su amante representa la incomprensión entre el antiguo mundo aristócrata y el mundo de los nuevos ricos:

“Distante y reservada, era dueña sin duda de un carácter excepcional. Su personalidad y la de Ahmet no tenían nada en común.

Procedía de la alta nobleza, pero no hablaba nunca de sus antepasados, los grandes visires. Ahmet solo sabía que su abuelo era el pachá Veliddin, brazo derecho del sultán Abdul Hamit II, el gran tirano.” (p. 23)

“¿Es posible conocer a esos descendientes de pachás? ¿A esos degenerados? ¿Se conocen acaso a sí mismos? Yo la creía enigmática, pero no es más que orgullosa y cruel. (…) ¡Y usted cree comprenderla! Pero no la conoce, no puede conocerla… ¡No se puede comprender a esa gente!” (p. 34)

Mientras que Ahmet y Muhsin valoran las riquezas, las joyas, una vida llena de comodidades y, en el caso de Muhsin, se preocupa por guardar las apariencias y evitar el escándalo, Celile siente una indiferencia absoluta hacia estos valores materiales, que se refleja a su vez en su carácter impasible propio de las mujeres de palacio:

“Poco después de su boda se había lanzado a los negocios. Quería construirle una vida mejor. Había intentado lo imposible para alcanzar el éxito. Y lo había conseguido.

Sin embargo, ella nunca le pedía nada que estuviera por encima de sus posibilidades. Era modesta. Sin tener fortuna, parecía poseer todas las maravillas del mundo.” (p. 21 i 22)

“No tenía noción alguna de los valores a los que Muhsin daba tanta importancia. No había entendido a Ahmet tampoco, cuando se entusiasmaba a propósito de los negocios.

Muhsin seguía hablando, y Celile seguía sin escucharlo. Todo cuanto decía se le escapaba.

(…)

En aquella noche de verano, dulce y tibia, similar a las hermosas noches de su infancia, una calidez invadía su corazón. Y aquella calidez casi le proporcionaba alegría.” (p. 107)

Tanto en la descripción de la caída del mundo de palacio como en la descripción de este choque de valores y de maneras de entender la vida distintas, siempre está presente la figura femenina de la mujer de palacio, una mujer majestuosa y reservada, que, si bien goza de una profunda sensibilidad, mantiene las formas hasta en las situaciones más dolorosas:

“El propio Veliddin era presa del pánico. Solamente Çeşmiahu hanimefendi permanecía en calma. Tenía ojeras, estaba pálida, pero su mirada nunca delató angustia ni desesperación. Se habría dicho que ignoraba cuanto sucedía a su alrededor.

(…)

Sin embargo, nadie la vio llorar, nadie se percató de su desasosiego cuando se encontró sola, abandonada ante las dificultades de la vida, esas que nunca le habían enseñado a afrontar.” (p. 49 i 50)

Una insensibilidad aparente que es vista como un rasgo de fortaleza:

“(…), al principio, aquella aparente insensibilidad infundía respeto a Ahmet. Veía en ella una señal de fortaleza.” (p. 23)

En esta novela, escrita con posterioridad a los viajes de la autora en la Unión Soviética y de su activismo socialista, la representación del mundo interior de los personajes que vemos por ejemplo en la angustia que pasa el marido la noche que Celile desaparece o durante las horas de soledad de Celile se complementa con elementos de realismo social:

“(…) A Celile le habría gustado correr descalza, como las hijas del jardinero.

—Oh, ángel mío —le decía la vieja circasiana—, las hormigas te picarían en los piececitos.

—Dígame, dadi —le respondía Celile—, ¿por qué a las hijas del jardinero no les pican las hormigas en los pies?

Nazikter kalfa hacía entonces una mueca de desdén:

—¡Oh! Las hijas del jardinero…

Y Celile no comprendía por qué aquellos insectos favorecían a las hijas del jardinero. Pero eso le hacía comprender que no tenía nada en común con aquellas niñas. No tenía derecho a hablarles. No tenía derecho a jugar con ellas.

Y, sin embargo, le parecían encantadoras. Sus cabellos desordenados y los harapos que vestían no cambiaban aquel hecho.” (p. 42 i 43)

Pese a tratarse de una novela de su segunda época, todavía mantiene elementos de ese estilo gótico tan característico de la autora, que nos envuelve en el misterio y en las tinieblas de ese mundo en decadencia:

“A pesar de su abandono, el viejo edificio permanecía altivo y majestuoso en las orillas del Bósforo. Para conocerlo, habría hecho falta escuchar sus quejidos en la tormenta, cuando las olas golpeaban los muros con furor y el viento hacía chirriar y restallar en las tinieblas las puertas – ya viejas, que apenas aguantaban en pie – de sus treinta y cuatro habitaciones.” (p. 39)

Un mundo representado en la figura del palacio, que a su vez parece funcionar como figura metafórica para ejemplificar también la personalidad de las mujeres de palacio:

“A pesar de su abandono, el viejo edificio permanecía altivo y majestuoso en las orillas del Bósforo.” (p. 39)

“(…), siguió contemplando el palacio fijamente, maravillado de verlo tan imponente pese a los ataques del tiempo y a la ruina.” (p. 23)

La recepción de una autora como Suat Derviş es clave para entender tanto el feminismo turco de izquierdas como el papel de las mujeres en los movimientos socialistas en una época en la que el feminismo en Turquía estaba monopolizado por las corrientes kemalistas liberales alineadas con occidente y en la que los movimientos socialistas eran patrimonio del género masculino.

Si bien hasta ahora ha sido una autora poco estudiada tanto en Turquía como a nivel internacional, su figura como feminista turca de izquierdas y socialista en una sociedad eminentemente patriarcal y liberal empieza a generar interés como elemento de estudio en el ámbito académico. A parte de ayudarnos a entender mejor los movimientos feministas de izquierdas de la época en Turquía también nos permite establecer los lazos histórico-culturales y de luchas compartidas que existen entre Turquía y el mundo occidental. No menos importante es también el destacado testimonio que presenta de la figura de la mujer otomana y del nacimiento de la República turca, visto y vivido desde una perspectiva diferente a las corrientes políticas y sociales imperantes de la época.

La intención de esta modesta aproximación a Suat Derviş y a su obra es intentar dar a conocer y generar contenido sobre una autora que creo que a través de su creación literaria y de su lenguaje intimista puede ayudarnos a entender mejor y a enriquecer la percepción de fenómenos sociales, culturales e históricos relevantes tanto de la Turquía y la Europa contemporáneas como de su historia compartida. Y todo ello desde una mirada que me parece especialmente interesante por ser la mirada de las disidencias: la disidencia de izquierdas y la disidencia feminista de la época.

 

Literatura turca contemporánea

Docente: Nesrin Karavar

Càtedra UNESCO Dones, desenvolupament i cultures

CALITME-Cartografies Literàries de la Mediterrània

Universitat de Barcelona

Referencias bibliográficas:

De Haan, Francisca; Daskalova, Krassimira y Loutfi, Anna. A Biographical dictionary of women’s movements and feminisms. Central, Eastern, and South Eastern Europe, 19th and 20th Centuries. Budapest y Nova York: Central European University Press, 2006.

Derviş, Suat. Las sombras del palacio. Madrid: Ardicia Editorial, 2018.

Taşdemir, Nazlı Eylem. Suat Derviş (1905-1972): A Friend of the Soviet Union. Central European University, Department of Gender Studies. Budapest: CEU Electronic Theses and Dissertations Collection, 2017.

[1] Casa o mansión situada en la primera línea de costa.

 

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