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Textos de la Era de la Perla

Presentación de la Revista DUODA

Present. Rev. DUODA 48. Obrar desde lo imperceptible. Amparo Chumacero Ruiz

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AMPARO CHUMACERO RUIZ

Present. Rev. DUODA 48. Obrar desde lo imperceptible. Amparo Chumacero Ruiz

PRESENTACIÓN DE LA REVISTA DUODA 48. LA BONNE. BARCELONA 2 -7-2015

Finalmente ha llegado el día en el que me toca estar de este lado de la mesa. Lo digo porque han pasado ya varios años desde el día en el que conocí la revista Duoda. Y muchos menos, pero más intensos, los que llevo sintiéndome duodina, que es como alguien - no sé quién- me dijo una vez al referirse a quienes, de una u otra manera, estamos cerca de Duoda y hablamos del pensamiento de la diferencia sexual e intentamos practicarlo. Y me gustó porque yo necesitaba sentirme y ser parte de este grupo de mujeres que me ha cambiado la vida. Con ellas he descubierto la posibilidad de hacer, o intentar hacer, política de las mujeres en todos los ámbitos de mi vida y me han devuelto el sentido libre de ser mujer. Ese sentido que estaba en mí y que yo no sabía escuchar ni ver claramente, pero del cual sentía su presencia. Seguramente desde que vi a mi madre por primera vez y me supe su semejante y me supe única porque ella me lo decía.
Sé que suena raro eso de necesitar ser parte de Duoda, pero no quiero referirme a la idea de pertenencia a una ideología o a un club que se rige por unas normas o cosa parecida. Quiero decir con eso que soy duodina porque yo decidí serlo, libremente, a partir de la conciencia de ser mujer y porque para mí nombrarlo así representa, también, un reconocimiento de lo que Duoda es dentro de la universidad- lugar en el que yo habito- y porque no es cualquier lugar. Es dentro de la universidad donde yo y muchas otras hemos descubierto un feminismo que libera, un pensamiento que reconoce la diferencia sexual y una academia que se abre a la vida. Como universitaria soy duodina, quiero serlo porque me ha permitido situarme en otro lugar y me ha regalado la posibilidad de indagar sobre el sentido libre de ser mujer dentro de la academia, así como el sentido nuevo de ser hombre a varios hombres que conozco y reconozco.
Nombrarme como duodina me permite expresar mi recorrido de transformación. Ser duodina para mí, hoy, es conocer la posibilidad del blanco del que se habla en este número de la revista. Es ser consciente de la fecundidad propia y de la posibilidad de ser y hacer.
Claro que Duoda no es un club en el cual te apuntas y otras deciden si entras o no. “Duoda es el lugar del ser”, como dijo María Milagros Rivera una vez cuando le preguntamos sobre qué era Duoda para ella . Duoda es el lugar que para mí abrió la posibilidad de pensar sobre lo que soy, sobre lo que deseo y sobre lo que no quiero dejar de ser. Duoda es aprender sobre cómo me relaciono yo con el mundo y sobre mi lugar en el mundo. Duoda es el lugar, en compañía de otras, donde comienzo a ser y gestar la que soy ahora. Es el lugar donde aprendí a recuperar mi lengua materna y llevarla siempre conmigo, escribir desde ella y sentir placer en las cosas que hago, ahora de forma consciente. Duoda es un espacio de pensamiento vivo. Es una posibilidad de camino.
Este precioso camino se da en el entredós, en la fertilidad de las relaciones que hemos ido tejiendo unas con otras. Relación mediada por el saber hecho palabras en los textos y en las clases presenciales con unas y de relación de cercanía y amistad con otras. Relaciones diversas, complejas y heterogéneas, pero relaciones educativas. Es decir, relación que nutre y que alimenta la mente y el alma; que abraza y que enseña; relación que da y que recibe; que se abre y que cierra cíclicamente. Relación que transforma, por tanto, que educa.

Desde el año 2011 he asistido a las presentaciones de la Revista Duoda. Lo he hecho siempre en calidad de oyente y de lectora, pero mi relación con la revista viene desde antes y viene desde bastante lejos.
En el año 2007 en la ciudad de Buenos Aires, Carlos Skliar, mi profesor en un curso de maestría, nos dio un texto que hablaba sobre la narración, la experiencia y el cuidado de sí mismo. En medio de varias citas leí una de Núria Pérez de Lara sobre alteridad y en ella se nombraba la diferencia de manera distinta y con palabras que me hablaban a mí como mujer, y cuando yo aún no era consciente de mi diferencia sexual como un más en mi vida.
Ha pasado el tiempo y no sé contar el episodio completo, pero sé que acabamos con más materiales en mano y hablando de La experiencia de partir de sí en el contexto educativo, título que lleva un escrito de Núria Pérez de Lara y Remei Arnaus para la publicación del número 17 de la revista Duoda.
Carlos quería compartir otras maneras de narrar la experiencia y dada su amistad y trabajo con Núria y con Remei, pues tenía las cosas que ellas escribían. Yo no tenía la revista, pero sí un texto que hablaba de la experiencia de partir de sí en unas clases, que ahora sé eran unas clases del máster presencial de Duoda.
Me voy tan lejos y establezco esta relación porque para mí fue un momento importante y determinante en mi vida. Acababa de descubrir que se podía hablar de educación y en educación con otras palabras. Palabras que invitaban a nombrar las relaciones educativas, a nombrar la verdad de la experiencia y siempre poniendo en juego el partir de sí . Hablaban de amor en educación y era eso lo que yo venía buscando. Este es un descubrimiento que no sabía nombrar. Necesitaba habitar el mundo educativo sin quitar su elemento más esencial, el amor, que siempre implica relación. Cómo hemos podido hablar de encuentro educativo de “proceso de enseñanza aprendizaje” obviando lo subjetivo, lo vivo y lo real que dan las relaciones dentro de la enseñanza.
Leer a Núria y a Remei me permitió abrirme a la posibilidad de que podía pensar como yo pensaba, como dice María Zambrano: descifrando lo que se siente. Que es como mi abuela nos hacía pensar y alguna vez escribir cuando volvíamos de la escuela. Pensar nuestro día y expresar lo vivido, descifrando y explicando sentires dibujando o escribiendo una redacción. Esa era la consigna. “Expresa lo que hoy pasó”, nos decía. Con mis hermanos le explicábamos cosas y ahora sé que en esos ratitos tomábamos conciencia de lo que hacíamos y aprendíamos cada día. Podíamos contar el mundo a partir de nuestras palabras y del intercambio de ideas y sentires con ella. Lástima que poco a poco esa práctica se fue perdiendo y nuestras palabras dejaron de ser nuestras y adoptamos las de los otros y yo nunca más dibujé. Mis dibujos no eran buenos dibujos. Siempre sentí que no sabía dibujar. Solo dibujaba con mi abuela, quien me felicitaba y me decía que eran unos hermosos dibujos, mientras yo le explicaba lo que eran. Y nunca más volví a escribir, salvo en mi diario personal, más tarde, y que dejé rápidamente.

Dos meses más tarde de aquella clase con Carlos llegué a Barcelona y Núria Pérez de Lara me cobijaba en su clase dentro del programa de doctorado Educación y Sociedad, luego Remei Arnaus…
Dejé Buenos Aires y la maestría porque nunca pude estar de verdad en esa academia, salvo en la clase de Carlos. Me asfixiaba y me sentía tonta tratando de mirar todo desde la sociología, desde las palabras de otros, donde las otras no existen y las propias, menos. Esa academia del pensamiento pensado -donde no tiene lugar el ser ni el pensamiento de la experiencia y mucho menos el pensamiento de la diferencia- había dejado de tener sentido para mí. Remei y Núria me hablaban de mujeres y me sentí por primera vez también mujer en la universidad.

Y aquí estoy hoy presentando esta revista sentada junto a mi maestra Remei y junto a Victoria López a quien conozco por Catalina Montenegro. Catalina es alumna del máster de Duoda y la conocí hace un par de años porque Núria Beitia nos puso en contacto. Cata era alumna del primer año de Duoda y organizaba un seminario de doctorandas chilenas que abordaban temas de género y feminismo y Núria pensó en mí porque Catalina buscaba a alguien de Duoda para participar. Así que la boliviana duodina allí fue.
El día que quedamos recuerdo haberle regalo a Cata muchas revistas de Duoda y luego seguimos quedando y nos hicimos amigas.
Me gusta compartir hoy con Victoria porque su presencia me lleva a mi relación con Cata y cómo la revista nos ha ido reuniendo a todas, a las tres. Claro que no es la revista la que nos une, sino el saber que la revista contiene y que nos convoca. Imagino las tres, cada una a su manera, ha ido realizando su propio recorrido libremente, pero en nuestras búsquedas nos hemos encontrado porque somos muchas las mujeres que sabemos el tesoro que hay en la relación entre mujeres y el placer de estar juntas y de la magia que hay en la política de las mujeres.

Lo cuento y lo traigo aquí porque la revista Duoda resulta ser siempre un regalo. Las palabras que llenan sus páginas blancas son perlas que nos hablan y nos muestran algo nuevo siempre. Leer esta revista es una invitación a escuchar de verdad a la otra. Te dispone de una manera que te lleva a la conversación. Ese conversar como acto filosófico y que llama a la otra con toda su presencia y así la experiencia de leerla se convierte en una danza y en ese dar vueltas que el versar trae y donde siempre hay un dos que generará algo nuevo como el pensamiento.
Recuperando el texto de Milagros Rivera en este número me viene a la cabeza la imagen de que quienes escriben en esta revista escriben en blanco, es decir: que escriben pureza y que su raíz expresa otra manera de estar presentes no tan solo en la universidad sino en la vida. Tal vez no todas pero me gusta pensar también, tal como lo explica Milagros, que en la escritura en negro también hay un blanco debajo, un blanc sota negre . El blanco que da lugar a la escritura. La revista es ese blanco que Duoda amorosamente pone a disposición.
Blanco que permite salir de la violencia académica patriarcal que aún se ve en la universidad y en las revistas científicas. Esta es una revista universitaria y es fruto de procesos profundos de pensamiento y de investigación de cada una de las que habitan la revista.

Leyendo el texto de Anna Butarelli de este número he descubierto que la revista en sí tiene una característica que ella nombra cuando hace una indagación sobre la obra de la artista Sonia Constantini que pinta para cubrir más que para iluminar, dice. Anna Butarelli busca el significado origen de la palabra color (kal) que quiere decir esconder, volver, secreto y de la palabra revelación, que dice viene de re, velar, poner el velo. Volver a cubrir, a velar lo que iba a manifestarse y que tan solo te permite entre ver. “Pintar y revelar son acciones que convergen para garantizar que no sea suprimido el misterio, que aún haya algo que descubrir, que encontrar, que intuir, que imaginar. Recibir una revelación y aceptarla, significa contribuir a hacer que continúe el misterio, a pesar de que cada vez nos aproximemos un paso más a él, habiendo tenido experiencia de ello, habiendo tenido como un don un aspecto más de lo que desearíamos conocer” (pág. 77). Leer el pensamiento de la experiencia de las mujeres tiene mucho de ese entrever que conecta con nuestra experiencia individual y particular, y que nunca se deja conocer del todo. Y que yo me imagino que tiene que ver con la capacidad de fecundar del saber femenino.

El primer artículo de esta revista está escrito por Carme Vidal Estruel y se titula Administrar con amor lo público. Me parece una frase muy bonita y de lo más civilizadora. Además nombra algo que nos parece muy lejano de la realidad cercana que conocemos. Saber que ella está ahí, con ese su amor y ese su pensar su lugar en lo público, da esperanza y a mí me hace sonreír de alegría.
Carme dice que su escrito es una visitación de una idea y que ella la acepta por la necesidad de un cambio de lugar que requería ser enunciada. Gesto que ya habla de su manera de hacer política de las mujeres desde y en la administración pública. Diría yo que es la primera vez que me encuentro con un texto que hable de conflictos laborales y que lo lleve al terreno de la política, y no de cualquier política, sino de la política de las mujeres, para que nos sacudamos y pensemos si la hacemos o no. Con tan solo contarnos lo que ella fue haciendo y buscando para poder estar de otra manera frente a los quiebres y los conflictos con otra compañera y describiendo las formas de hacer política en la administración, Carmen nos enseña una nueva manera de hacer política.
Carme dice: “En mi lugar de trabajo abrir el conflicto me duele, pero sé que encerrarlo es una práctica que coloca mi cuerpo en un lugar de desorden sin conciencia, un lugar donde no puedo ser yo verdaderamente puesto que no cabe el entredós”. Esta frase me remite directamente a lo que yo sentía en la facultad en Buenos Aires y veo que lo que me hacía falta era la relación para poder transformar lo que sentía, pero no hubiera podido hacerlo -aunque así lo hubiera deseado- porque no tenía referentes de mujeres - al menos no en lo académico- ni conciencia de mí misma y mucho menos de práctica de relaciones de autoridad femenina en lo laboral, que Carme dice que existen, pero que no llegan al relato. Y, precisamente, ella se anima a hacerlo y se lo agradecemos y valoramos enormemente porque, entonces, humaniza espacios que no creíamos humanos, pese a estar llenos de hombres y de mujeres.
Carme es amiga y es referente para mí porque el estar cerca de ella implica hablar y en ese hablar conversar y aprender. Este aprender de las otras y practicar las relaciones de autoridad femeninas es el mayor regalo que Duoda y sus maestras y alumnas me han regalado durante estos años.

Yo no sé bien decir qué exactamente fue lo que las palabras de Nuria Pérez de Lara y Remei decían en aquel texto que leí en Buenos Aires, pero sé que yo intuía y tenía ganas de ir en su búsqueda porque algo me decían y removían en mí. Sus palabras hablaban de algo que yo quería conocer. Algo que yo reconocía y autorizaba. Ese autorizar que tiene que ver con el reconocer, con dar autoridad y no poder.

No quiero dar la sensación de que he venido aquí a explicarles quiénes son mis amigas de Duoda y lo maravillosas que son o qué cosas he ido logrando desde aquel 2007 que decidí tomar un avión con destino a tierras mediterráneas, pero sí siento que nombrándolas y explicando este recorrido estoy dejando entre ver algo de las relaciones educativas y de las relaciones entre mujeres, de la relación en sí. De la capacidad de generar algo nuevo, algo imperceptible, invisible y no cuantificable, pero capaz de transformar y abrir nuevos horizontes y que tenemos las mujeres. Lo digo porque soy mujer y porque esto yo lo he vivido y aprendido con ellas. Mi reconocimiento a ellas es poder nombrarlas y agradecerles públicamente ya que se han convertido en las impulsoras de mi nueva biblioteca. Esa biblioteca que desde fuera se puede ver vacía y ausente, y que Antonia del Río, aquí presente, nos regalada con el proyecto de artista Biblioteca ausente de la revista. Sin embargo, ella nos hace pensar en el lugar de cada libro y nos invita a ver que el vacío es presencia como el blanco es posibilidad. Ellas habitan esa biblioteca ausente. Ellas están presentes aunque no veamos los libros en formato papel. Su saber ha estado siempre, tan solo hace falta nombrarlo y traerlo como lo hacen quienes escriben en la revista Duoda.

El monográfico Obrar desde lo imperceptible. Blanco sobre negro es, una vez más, una invitación a seguir haciendo, pensando y creyendo en lo femenino; en lo blanco y en la virginidad y en la posibilidad de fecundar, tal y como se explica en cada uno de los artículos del número 48 que hoy nos regalan.
Las invito a descubrir de la mano de las autoras ese recorrido blanco y precioso.

Les agradezco que hoy me hayan permitido contar mi recorrido de aprendizaje con todas ustedes. El camino hasta aquí ha sido precioso y me siento privilegiada al poder contarlo.

Universidad de Barcelona
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