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Texts de l'Era de la Perla

Presentació de la Revista DUODA

Revista DUODA 64 La llum que flueix entre místiques

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DAPHNE LOMELÍ SOTELO

Revista DUODA 64 La llum que flueix entre místiques

El 20 de octubre de 2023 tuvo lugar, en el Aula 313 de la Facultad de Filosofía, Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, la presentación del número 64 de la revista “DUODA. Estudios de la Diferencia Sexual” que tiene como tema monográfico “La luz que fluye entre místicas” Intervinieron, en conversación con las autoras, Daphne Lomelí Sotelo, Oreto Doménech Masià e Isabel Ribera Domene.

Podeis ver la presentación en nuestro canal de youtube utilizando este enlace
https://www.youtube.com/watch?v=2P1aVVyfZLw&t=2s

Ofrecemos aquí el texto de Daphne Lomelí Sotelo

La revista comienza con el artículo de Monalisa Gomyde titulado “Volviendo a casa con Virginia: una lectura amorosa de la novela To the Lighthouse”. Este lo leí al final porque estaba decidida a leer el libro titulado “Al faro” del que habla en su artículo, libro que desconocía y que disfruté. Me gustó mucho leer la brillantez y astucia de Virginia para poner en mis manos con sus palabras el alma femenina, con sus amores, dolencias, contradicciones, desaires y salidas airosas, con razón Virginia tiene un lugar especial en el corazón de Monalisa. Al final de mi lectura corrí con mucha curiosidad a su artículo para ver qué tenía que contarnos de aquella aventura.

Ahí pude encontrar un recorrido por la trama del libro, los personajes, sus percepciones, sus relaciones, y sobre todo cómo todo aquello se da gracias a una casa de verano, a la madre que crea esa casa y cómo con creación se teje todo lo demás. Gracias a Monalisa, quién lo deja ver muy claramente, pude entender cómo Virginia hace un regreso a su propia casa natal en este precioso libro.
Le hace recordar a la misma Monalisa los días festivos en su infancia, su propia casa natal y su origen materno, y con ello me hizo pensar inevitablemente en el mío, y en el descubrimiento, que no hace mucho tiempo hice, de que el lugar en el que vivo ahora, lo escogí porque tiene grandes ventanas y siempre entra mucha luz y calor, una casa donde todo el año es verano, porque me he traído la casa natal conmigo.
El tejido simbólico presente en la casa natal, se manifiesta en el libro de Virginia literalmente en un chal que se quita la protagonista, la señora Ramsey, para tapar un cráneo de un animal colgado en la pared como ornamento, para que su hija Cam no se asustara, chal que una década después sigue colgando de este cráneo, el cual ahora está mayormente visible, en una casa ya muy cambiada, resultado quizá de la posibilidad de la desafortunada interrupción de la relación entre mujeres.
La autora del artículo nos comparte cómo en su vida, y pienso que en la mía también y en la de muchas mujeres (sino es que en la de todas), suele haber este tipo de interrupciones, e intentos de separarnos de esas casas, y si la casa natal es la relación con la madre, estos intentos también son para separarnos de las madres en un sentido simbólico o real, de muchas maneras diferentes, varias de ellas expresadas por Virginia en el libro, incluido el acto terrible del incesto. Monalisa nos comparte su descubrimiento de la sutileza y genialidad con la que Virginia expone el incesto en el libro, sin necesidad de mencionarlo, lo que me recuerda a Emily Dickinson, quien realizó con maestría una denuncia similar, no dejándose tampoco atrapar nunca por la trampa del secreto.
Este, igual que muchos otros intentos de separación, sin embargo, siempre pueden ser anulados, la autora del artículo nos explica cómo Virginia lo hace a través de mi personaje favorito de la historia: Lily Briscoe, con las que seguro muchas de nosotras nos identificaríamos y que de manera simbólica es la clave que traspasa la violencia que se interpone entre una madre y su hija y que permite el fluir de la genealogía femenina.
Es obvio para mi observar cómo Monalisa tiene una amistad cercana con Virginia, una amistad íntima que trasciende tiempo y espacio, lleno de aprendizaje, justo como lo explica Caro Narváez en su artículo “Amistades intangibles: hilo de fuego” el primer artículo del monográfico. Caro nos regala una visión de la relación amistosa entre Teresa de Jesús y otras dos mujeres separadas de ella por siglos: Clara de Asís y Catalina de Siena.
Siento con el texto, como Caro nos abre una ventana a la relación de amistad intangible de Teresa con Clara y Catalina, la idea me hace sentir juguetona y traviesa, como si nos abriera una cortina al pasado y nos dejara echar un vistazo fugaz a un tiempo que no sigue la cuenta del reloj y a unas relaciones vivísimas de aprendizaje y amor.
Separadas por siglos de diferencia, Clara y Catalina están presentes en la experiencia vital de Teresa, trayendo consigo la genealogía femenina, guiando sus pasos, protegiéndola y enseñándole cada una de las cosas importantes de la vida, todas ellas desde su experiencia femenina y sin mediaciones.

Cuando leo las bellísimas palabras con las que Caro describe esta amistad: “una amistad nacida a través de la escritura y de la lectura, amor que crea lazo entre creadoras y que, a manera de circuitos espirituales y misteriosos, deja nacer una relación” viene a mi mente de inmediato mi amiga Sophie, una mujer que conocí hace casi 10 años en un lugar del que no era ninguna de las dos. Nunca más la volví a ver, pero desde entonces comenzamos una amistad para mí tan particular que incluso si algún día terminará, la experiencia de la relación estará siempre viva en mi corazón.

Creamos esta amistad, por medio de la escritura de un diario que nos mandamos por correo cuando nos sentimos listas para que la otra lea y escriba. Como nos escribimos y nos leemos en periodos de tiempo distintos, para mí es como vivir a la otra en otro tiempo, una lee el pasado de la otra, y escribe en el futuro.

Encuentro similitudes con las amistades intangibles que describe Caro: tengo con Sophie la experiencia de la amistad sin importar el tiempo ni el lugar. Una escribe y la otra lee y luego al revés, aunque ninguna somos autoras de grandes obras que lean otras personas o por lo menos no todavía, como lo hicieron las santas de este artículo, nuestras letras compartidas nos han permitido conocernos y vislumbrar el mundo mental y espiritual de la otra y yo de ella aprendo y la imagino en los paisajes que describe, es como visitar la casa de la otra. Así justo me imagino también cómo de una manera hermosa Clara se le presenta a Teresa y le habla sobre la importancia de la pobreza para la vida espiritual, el cuidado mutuo, el acto contemplativo; e igual que Catalina, que le enseña sobre las amistades complicadas, le marca a Teresa el camino de lo relevante de la obediencia que da protección, de la soledad necesaria, le enseña sobre el perdón, y se vuelve su compañía para enfrentar las adversidades.

Ambas inspiraban y orientaban a Teresa, como una brújula la ayudaron a recorrer su propio camino con una base sólida y a crear también sus propias palabras sobre la experiencia de la amistad espiritual.
Porque las mujeres jamás venimos solas a este mundo, ni nuestras madres ni abuelas, todas venimos acompañadas de otras que vinieron antes y nos hablan a través de la historia. Nos muestra otro claro ejemplo de esto Helena Casas Perpinyà cuando nos presenta a Elisabet Cifre, una mística, maestra, sanadora y profeta en su artículo “Les fruytes espirituals”.

Helena nos lleva de la mano por un camino que nos deja ver la relación entre místicas, la transmisión de sus conocimientos y experiencias espirituales que generaron espacios de libertad femenina. Nos muestra que, a diferencia de los varones y su acercamiento con la divinidad en un ámbito mayormente discursivo, para las mujeres el cuerpo siempre ha sido esencial y su importancia reside en la experiencia encarnada del saber espiritual. Y al ser la castidad lo que para las místicas y beguinas es fundamental para poder amar libremente, la maternidad para ellas se vuelve una experiencia sin coito, lo que las conecta con las madres primeras, nacidas sin intervención masculina, así como su fe.

La palabra por su parte es el fruto espiritual, la palabra encarnada que se transmite por mujeres porque es lengua materna y esa se transmite por el cuerpo. Por eso las místicas como Elizabeth escribieron sus vivencias espirituales, frutos, y como señala la autora, “verdades a saborear”. Estas y otras palabras pensadas, sentidas y experimentadas por místicas a lo largo de la historia, como la visión, la maternidad, la palabra, la sanación, la muerte, son parte de ese hilo que las teje a través de la historia y que la autora nos deja vislumbrar.

De igual manera, Antonietta Potente nos muestra de manera muy evidente, incluso literal, estos hilos en el último artículo del monográfico titulado “El tejido sagrado: amistades visibles e invisibles”. Nos presenta la alfombra de Pazyryk del siglo V como centro de su escritura. Este tejido también se extiende por el tiempo y el espacio, nos invita a pensar en el revés de esta alfombra que es, entre otras cosas, poder ver el misterio revelado del ir y venir de los hilos que forman las figuras del otro lado, como lo llama la autora la “trama de lo cotidiano” eso que no suele no estar a la vista, más que si se asoma por accidente.

Recuerdo que de niña siempre sentí curiosidad por el revés de las telas bordadas y me sorprendía mucho que de un lado no se entendiera nada, un caos. Ahora entiendo que en ambos lados hay, como lo llamaría Barbara Verzini, armonía.

Este revés solo se puede ver en los tejidos hechos a mano, así como nos recuerda la autora que la diferencia de los tejidos industriales y los tejidos hechos con la mano es precisamente la experiencia, la experiencia misma de tejer, igual que la amistad, se da por el sentir de la experiencia, lo que junto con la otra crea, como lo nombra Antonietta, una “complicidad profunda” donde con hilos se tejen.

Con esto me pregunto ¿cuáles son los hilos que a mí me permiten tejer en la amistad? creo que me quedo sin respuesta, o que si la tengo la conozco sin palabras ni conceptos que se puedan pensar, pero sí pienso, como me pasa con muchos de los textos escritos en femenino, en mi mamá y cómo disfruta pasar el rato cociendo, arreglando, transformando, inventando y remendando la ropa.

Yo no sé usar una máquina de coser como ella, pero sí sé remendar, ella me enseñó. Es muy fácil sentir cómo tiene que ver el paso de los hilos en la tela con el tejido de las relaciones. En los días que escribí este texto me vi con ella para desayunar, le llevé una de mis almohadas favoritas porque comenzó a romperse por los años, deseaba una funda nueva y sabía que ella podría hacérmela, al verla mi mamá dijo “qué bien, de hecho, justo te iba a preguntar si tenías algo para coser” me dijo esto casi como si fuera una necesidad del alma. Con mi mamá como ejemplo, siento que esos son algunos de los hilos que deseo al tejer en mis relaciones de amistad: transformar, inventar, remendar.

Tejiendo así con las que vinieron antes como ejemplo quiero preguntarle a la autora, ¿cuáles son los hilos que a ti Antonietta te permiten tejer en la amistad? Me pregunto también, y le pregunto también a la artista Tura Sanglas si su estrella dibujada en su proyecto titulado “en cadena” podría mirarse como estos hilos de luz que fluyen entre místicas, los rayos de su estrella se trenzan y se extienden hasta alcanzar y envolver con suavidad a otra estrella.

Finalmente quiero expresar, que en mi lectura de esta revista pude percibir varios hilos, el tejido obviamente: un chal, una reliquia en forma de velo y una alfombra antigua.

Otro hilo es el lugar donde se encuentran estos tejidos, la casa natal, las visitaciones que se hacen las místicas separadas por siglos por medio de la escritura a estas casas o la casa de verano de Virginia.

Y un último hilo las relaciones que se experimentan en esta casa, que tienen la potencia de ser sin intervención. Como escribe hermosamente Antonietta en esta revista “No somos primero místicas y luego amigas, más bien podemos volvernos místicas en la experiencia de la amistad”.

Universitat de Barcelona
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