¿Cuáles son los resultados esperados de la intervención profesional en la reducción de daños? ¿Coinciden los objetivos de los profesionales con los objetivos de los pacientes? ¿Cómo medimos el éxito de nuestras actuaciones?

Estas son preguntas prioritarias ante cualquier intervención. La reducción de daños ha provocado que se cuestione la abstinencia del consumo como, si no el único, el objetivo principal.  Dar voz a los pacientes, establecer objetivos de manera compartida con el paciente y hacer que estos objetivos sean realistas, incluso si son pequeños, seguramente puede mejorar el pronóstico en una enfermedad que a menudo se reconoce como crónica y recidivante. El resumen del artículo que os adjuntamos intenta hacernos reflexionar sobre estas cuestiones.

En el estudio de “Everyone deserves services no matter what”: Defining success in harm-reduction-based substance user treatment, Lea H.S., Zerai A., los autores se preguntan qué significa “éxito” para los profesionales y participantes (usuarios) en dos programas de reducción de daños en los Estados Unidos.

Esto es una parte de un estudio más amplio en el que se entrevistó a 18 profesionales y a 32 participantes sobre el impacto percibido de los  programas de reducción de daños. De los dos programas investigados, el primero ofrecía servicios de acogida, entre los que se incluía el seguimiento de casos, consejos y comidas a las personas sin hogar que consumían drogas y el alcohol; y en el segundo se ofrecía asesoramiento individual y a parejas que podían pagar por los servicios.

Tanto profesionales como usuarios definieron el éxito en términos generales como “cualquier cambio positivo“. También hubo acuerdo sobre la importancia de desarrollar relaciones basadas en la confianza con los demás. Los profesionales percibían el éxito de su rol principalmente proporcionando un enfoque centrado en el cliente, en servicios de bajo umbral. Las medidas de éxito desde la perspectiva de los usuarios incluían medidas de integración, el compromiso con el programa, la calidad de vida, el funcionamiento social, los cambios en el consumo de sustancias, y cambios en las metas y los planes futuros. Esto difiere de las nociones tradicionales de éxito en el tratamiento por abuso de sustancias, por ejemplo, la abstinencia y la finalización del programa.

El artículo sugiere que la definición y la medición del éxito puede ser problemático. Si descuidamos definir lo que el éxito significa en entornos de tratamiento por consumo de sustancias, nos perdemos la oportunidad de reconocer cambios positivos. Sin embargo, si normalizamos medidas de éxito, corremos el riesgo de ignorar las experiencias vividas individualmente por los usuarios.

Los autores concluyen que los usuarios en los programas de reducción de daños experimentan los cambios tangibles y positivos, y estos pueden ser representados como “resultados” y “éxito”, proporcionando a los involucrados que sean sensibles a otros desafíos discutidos anteriormente.