Repensando la prevención

El Instituto Deusto de Drogodependencias, en colaboración con el Gobierno Vasco, celebró el día 6 de noviembre de 2017 su XXIV Simposio sobre Avances en Drogodependencias que en esta edición llevaba por título: “Repensar la prevención”, en el que se ha pretendido revisar la trayectoria de la intervención ante las adicciones; la necesidad de producir avances que ayuden a mejorar las intervenciones preventivas; la obligación de incorporar en esta estrategia nuevas adicciones y problemas comportamentales que van surgiendo; la aproximación a intervenciones no generalizadas pero que aportan novedades para enfrentarse a nuevos retos como es la prevención con personas de mayor riesgo, el desarrollo comunitario o las necesidades diferenciales de hombres y mujeres.

Sumario

  • Presentación 
  • Capítulo 1. Repensando la prevención en el abuso de alcohol en los jóvenes, Por Javier Elzo
  • Capítulo 2. Repensando la prevención, Por Juan Antonio Abeijón
  • Capítulo 3. Una propuesta de futuro para la acción preventiva, Por Domingo Comas Arnau
  • Capítulo 4. La prevención de las adicciones en perspectiva. De la observación a la evaluación, Por José A. García del Castillo, Álvaro García del Castillo-López, Paulo C. Dias, Carmen López-Sánchez
  • Capítulo 5. Un ejemplo de reciclaje de dos investigaciones para su aprovechamiento en la aplicación de intervenciones preventivas, Por Manuel González de Audikana
  • Capítulo 6. La prevención en el juego de azar, Por Juan José Lamas Alonso
  • Capítulo 7. El uso excesivo del juego online a través de la línea de ayuda de IS4K, Por Cristina Gutiérrez Borge
  • Capítulo 8. Edad y juego responsable: implicaciones para la prevención, Por Susana Jiménez-Murcia, Fernando Fernández-Aranda, Roser Granero, Neus Aymamí, Mónica Gómez-Peña, Zaida Agüera, Gemma Mestre-Bach, Trevor Steward, Cristina Vintró-Alcaraz, Teresa Mena-Moreno, Marco Camozzi, José M. Menchón
  • Capítulo 9. A vueltas con la escuela. Prevención psicosocial con grupos en riesgo en contextos escolares, Por Iñaki García Maza
  • Capítulo 10. Prevención, viejos ámbitos, nuevas propuestas en prevención comunitaria y en prevención con grupos de riesgo en contextos educativos formales, Por Santi Martínez Ortiz, Eider Hormaetxea Llanos
  • Capítulo 11. La violencia de género en la adolescencia y la juventud, Por Carmen Ruiz Repullo

 

¿Dónde conseguirlo?

Formato papel y pdf

 

Via @lasdrogasinfo

Opinión : El riesgo de no informar sobre drogas

drogas polemica

En pocos meses hemos vivido polémicas diversas en Bilbao, Zaragoza y también en Barcelona sobre la prevención de drogas y cómo conseguir que sobretodo los más jóvenes no tengan problemas con ellas.

Desgraciadamente, estas críticas no han venido de profesionales o científicos que alertan sobre qué acciones se deben hacer o no para conseguir tal objetivo. Incluso me atrevería a decir que las críticas tampoco iban dirigidas directamente a estas formas de actuar y de prevenir. Estas críticas tienen su origen en partidos políticos que quieren desgastar y criticar otros partidos políticos, sin tener en cuenta que su propio partido financia estas mismas estrategias preventivas en otras ciudades o provincias o incluso al congreso.

De discursos sobre drogas hay muchos y muy diversos, y seguramente casi todos tienen sentido, porque es tan importante lo que se dice como quien se dirige.

Perfectamente puedo ser defensor de la abstinencia si la dirijo a mujeres embarazadas, a conductores/as o a los y las jóvenes que aún les queda lejos eso de consumir, pero tan acertado es reforzar la abstinencia en algunos como intentar reducir los riesgos o daños en otras. Hay personas que aunque tengan un consumo nocivo no tienen intención de abandonar o no están en un momento de su vida para dejar lo que él o ella considera la gasolina que cada día lo hace funcionar.

Entonces los consumidores sólo les podemos ofrecer la abstinencia? Tendremos que esperar que estén realmente mal para poder intervenir?

Quizás podemos conseguir muchas cosas sin tener que llegar a los problemas graves y poder actuar con estas personas consumidoras, sean de alcohol, cannabis o cocaína.

Las campañas desarrolladas en Bilbao, Zaragoza o Barcelona, ​​bien dirigidas a los que tienen que llegar, son campañas que han demostrado su eficacia siempre que no se escapen de esta población consumidora a la que va destinada. Y es aquí donde los medios de comunicación caen en la trampa, es aquí donde pueden hacer daño a estas actuaciones.

Los medios dando altavoz a peleas entre partidos, inconscientemente, transmiten los mensajes inadecuados sobre drogas a los que no consumen o no lo han planteado nunca. La noticia no debería centrarse en las acciones preventivas sobre las drogas, la noticia debería ser: “Los partidos se pelean, una vez más”. Aunque esto último, desgraciadamente, ya no es noticia.

Autor: Otger Amatller Gutierrez

Psicólogo especializado en prevención y atención consumos problemáticos de drogas. Docente y miembro del equipo de dirección del Master de Drogodependencias de la Universidad de Barcelona. Coordinador Área Prevención de la Fundación Salud y Comunidad. . Miembro de Red Periféricos y gestor de la web www.periferics.cat.

vía social.cat

La OMS ha incluido el “trastorno por videojuegos” en el CIE-11

El “trastorno por videojuegos” se encuentra presente en el borrador de la próxima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) publicado en su web. A pesar de las críticas recibidas todo apunta que la OMS incluirá dicho trastorno en la nueva clasificación.

adiccion videojuegos

Fue a principios de 2017 cuando se supo que la Organización Mundial de la Salud(OMS) valoraba incluir el trastorno por videojuegos como enfermedad mental. A pesar de las críticas recibidas por muchos expertos, en los primeros días de este año 2018, la OMS ha publicado en su página Web el borrador de la próxima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), en el que finalmente ha decidido incluir el “trastorno por videojuegos” (“Gaming disorder”), que se refiere al uso de juegos digitales o videojuegos, ya sea mediante conexión a Internet o sin ella.

Dentro del epígrafe de “trastornos debidos a comportamientos adictivos”, la OMS ha incluido esta categoría diagnóstica que se caracteriza por un patrón de comportamiento de juego “continuo o recurrente” vinculado a tres condiciones negativas provocadas por el mal uso de los juegos digitales:

1) La falta de control de la conducta de juego en cuanto al inicio, frecuencia, intensidad, duración, finalización y contexto en que se juega.

2) El aumento de la prioridad que se otorga a los juegos frente a otros intereses vitales y actividades diarias.

3) El mantenimiento o escalada de la conducta a pesar de tener conciencia de las consecuencias negativas.

Según esta organización, aunque la mayoría de personas que juegan videojuegos no sufre ningún trastorno, se considera que se da un trastorno por videojuegos cuando el patrón de comportamiento es tan grave como para causar un deterioro significativo en las áreas de funcionamiento personal, familiar, social, educativo, ocupacional u otras áreas importantes.

Este borrador afirma que la sintomatología debe darse al menos durante 12 meses para que se asigne el diagnóstico, aunque si se cumplen todos los requisitos y los síntomas son graves, puede acortarse la duración requerida.

Aunque no cabe duda de que, en ocasiones, se dan comportamientos problemáticos en torno al juego, algunas voces dudan de que podamos hablar de un nuevo trastorno. Según argumentan algunos expertos, la base científica en la que se basa esta categoría diagnóstica es de baja calidad; no hay consenso en cuanto a la sintomatología y la definición se basa demasiado en el uso de sustancias y los criterios del juego.

En un artículo sobre este tema, firmado por profesionales de todo el mundo, Scholars’ open debate paper on the World Health Organization, ICD-11 Gaming Disorder proposal , se considera que es prematuro hablar de un diagnóstico formal, y que su uso puede tener algunas consecuencias nocivas a nivel médico, científico, social, de salud pública y de los derechos humanos. Por ejemplo, afirman que se pueden dar muchos falsos positivos, o que puede afectar a la objetividad de las futuras investigaciones, provocando un carácter confirmatorio en las mismas.

En 2013 ya se generó un debate semejante, cuando salió a la luz la última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), por la polémica en torno a la escasa validez de las categorías diagnósticas, el excesivo protagonismo de la medicalización de los trastornos mentales o la escasa utilidad del sistema clasificatorio. Será en mayo de este año, cuando podamos ver la versión definitiva del CIE-11 y se verá la decisión final del equipo de expertos de la OMS.

Se puede consultar el borrador completo del CIE-11 en el siguiente enlace:

ICD-11 Beta Draft

Fuente original: http://www.infocop.es

 

Los jóvenes, más allá del consumo de drogas

Sonia Fuertes, profesora del Máster, nos ofrece esta reflexión entorno a los sociedad actual y el rol que las drogas pueden desempeñar entre los y las jóvenes.

drogas jovenes

Ya hace varios años que el debate en torno al consumo de drogas y su regularización ha ido cobrando una renovada vigencia de la mano de los clubes cannábicos y de algunas propuestas legislativas que abogan por despenalizar, cómo sería el caso de Uruguay. Una vez más, confluyen en este tema múltiples dimensiones que nos advierten de la complejidad del mismo y que nos invitan a la prudencia, prudencia que no se debe confundir con el miedo a abrir un diálogo.

Los aspectos legales, médicos, culturales, económicos… enriquecen la mirada sobre la cuestión aunque, en ocasiones, dificultan también ubicar cada posición y articular una respuesta menos ideologizada y más acorde a la realidad de nuestro contexto.

Un tema donde estas contradicciones aparecen de forma notoria es cuando nos referimos al consumo de drogas por parte de los/las jóvenes. El tratamiento que suele darse al tema por parte de los medios de comunicación no parece proporcional a la incidencia de este consumo o a su gravedad. Sin ánimo de frivolizar una cuestión que sin duda debe ser abordada con rigor y prudencia, si recorremos a informes como el último emitido por UNAD (Unión de Entidades y Asociaciones de atención al drogodependiente) y correspondiente a 2016, sólo un 2% de las personas atendidas en la red eran menores de edad. Efectivamente el hecho de estar en tratamiento es una circunstancia que, en general, hace referencia a una relación abusiva o dependiente hacia el consumo. Esta no suele ser la situación de los jóvenes aunque no significa que su relación y percepción del consumo puedan ser susceptibles de ser abordados desde una óptica preventiva o de gestión de riesgos y placeres.

Desde la mirada profesional, ¿qué podemos decir de este consumo de drogas en los jóvenes? ¿Debe ser motivo de preocupación?

En primer lugar, debemos destacar que, si algo hemos aprendido a lo largo de nuestra experiencia, es que la relación de cada persona con el consumo de drogas es particular, dinámica y sujeta a cambios. Justamente este es el motivo por el cual podemos intervenir, porque siempre existe la posibilidad de operar un giro en esta relación. No es la sustancia la que hace el adicto ni tampoco es el consumo puntual lo que lo convierte en dependiente. El proceso, su duración, intensidad y posible virulencia, guarda relación con multiplicidad de variables de carácter subjetivo y también social. La relación de cada uno/a de nosotros mantiene con la norma y la ley, las estrategias y herramientas que tenemos para afrontar el aburrimiento o la presión grupal, nuestra autopercepción… todas estas cuestiones se establecen en nuestro proceso de socialización, a través de la educación que recibimos en la familia, en la escuela, en nuestro grupo de iguales y, sin duda, en los valores y prácticas que nos transmiten desde la comunidad social amplia. Y aquí es donde queremos también poner la mirada.

Los jóvenes no son seres al margen de la sociedad; forman parte de ella y son también hijos/as de una época.

Quizás convendría pues interrogarse sobre el modelo de sociedad que compartimos, un modelo que se caracteriza por, entre otros rasgos, la inconsistencia de los vínculos sociales, el consumo alocado de todo tipo de objetos y la falta de integridad ética que genera a la vez desafección y falta de confianza en nuestras instituciones.

Quizás algo de lo que les ocurre a estos jóvenes (que no son todos) guarda relación con este estilo de vida que cuestionamos tan poco. Quizás algo de la desafección y de la anestesia emocional (con la comida, con la medicación…) radica también en el sustrato de sus posiciones. Correspondería entonces aceptar una parte de nuestra responsabilidad como comunidad.

Y conviene hacerlo no sólo desde la vertiente de asunción de responsabilidades sino también, y en especial en la acción social, desde la dimensión de apertura de posibilidades. Desde su inclusión en el espacio público (la expulsión de los jóvenes de este es especialmente notoria en la ciudad) hasta su participación en la vida comunitaria y política, tenemos un amplio recorrido de mejora. Debemos operar un tránsito desde esta asociación jóvenes-problema para convertirlo en algo menos problematizado y más lleno de promesa que de dificultad.

Ahora bien, este cambio no es un simple cambio de cartas en la línea del maquillaje conceptual que tanto se estila en nuestros días. Requiere de acciones valientes, innovadoras y diferentes que contemplan diversos aspectos que no podemos pasar por alto y que están jugando a la vez. Nos referimos en concreto a las políticas de empleo y los recorridos formativos. Un aspecto que se ha recogido estos días es la posible incidencia del consumo en la trayectoria escolar y formativa. A nadie se le escapa que el consumo de drogas en edades jóvenes resulta difícil de compatibilizar con los hábitos de estudio, con el esfuerzo y la continuidad. Ahora bien, resulta interesado y sesgado esgrimir este como factor explicativo del denominado fracaso escolar.

La creciente desigualdad social, la escasa incidencia de la institución escolar en los resultados académicos de los alumnos (aún hoy el mayor predictor “de éxito” es el nivel académico de los padres y madres, especialmente de esta última), la falta de mecanismos que garantizan la equidad, la ausencia de indicadores de evaluación del profesorado… Es evidente que nos queda camino por recorrer para dotar de condiciones esta relación que él o la joven, puedan establecer con el saber y con el aprendizaje. Mucho de la sorpresa y la curiosidad forman parte de nuestras ganas de vivir y este es un aspecto que debemos atender con especial cuidado. Hay que añadir por otro lado que…

la falta de expectativas en cuanto al trabajo o al acceso a puestos precarios e inestables operan asimismo en una línea antitética a la reseñada, erosionando la capacidad de ilusionarse por lo que está por venir.

Y aquí es donde el consumo de drogas puede jugar un rol determinante; no de manera absoluta pero sí importante. Efectivamente el consumo de drogas puede conllevar efectos no deseados y no exentos de riesgos, especialmente cuando se trata de personas jóvenes. Ciertamente no hablamos sólo de la dimensión orgánica, de los efectos en el sistema nervioso (más “vulnerable” que el de una persona adulta en la medida en que se encuentra todavía en proceso de maduración) sino también de la dimensión social. El estatus de ilegalidad de algunas sustancias favorece el tránsito de los/las jóvenes por espacios alejados de aquellos que supuestamente consideramos socializadores. Desde la acción profesional debemos intentar incrementar la visión de riesgo asociada al consumo de alcohol y cannabis y no banalizarlo pero debemos reducir también los riesgos para cuando esta ingesta se produzca ofreciendo acciones de reducción de los daños que puedan derivarse -se de este consumo.

Las drogas han existido siempre. Hemos experimentado con ellas utilizándolas como remedio curativo, huyendo del dolor, buscando el placer, promoviendo otros estados de conciencia… y, por algunas personas, el consumo de drogas forma parte de este tránsito a la edad adulta que hemos venido a denominar adolescencia, sin que por ello se configure como consumo problemático ni necesariamente se establezca una relación de dependencia con la sustancia en cuestión. Nuestra prioridad debe ser justamente favorecer que esta situación no se cronifique, se pueda ubicar en su lugar y hacerlo desde un lugar técnico, ni moral ni ideológico.

Sonia Fuertes

Profesora del Máster de Drogodependencias UB – IL3. Presidenta de la federación de Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS) y vicepresidenta de la Mesa de Entidades del Tercer Sector Social de Cataluña, y de la red de Mujeres Directivas y Profesionales de la Acción Social (DDiPAS). Subdirectora del Área de Inserción Social, Reducción del Daño en Drogodependencias y VIH-Sida de la Fundación Salud y Comunidad. Licenciada en filosofía y ciencias de la educación y educadora social. Experta en adiciones y acción social.

Prevención universal del abuso de drogas: ¿una hipérbole?

Artículo que propone una reflexión sobre el descenso de la participación de adolescentes en edad escolar en los conocidos como programas de prevención universal, rescatado del Blog “Notas sobre drogas, salud e inclusión social” del psicólogo social Juan Carlos Melero (máster en drogodependencias por la Universidad de Deusto), quien se define a si mismo como “…-persona inquieta, medianamente culta y con una buena dosis de sensibilidad social.-…- psicólogo social inspirado por el psicoanálisis, el pensamiento sistémico y la sociología crítica. Un ecléctico, en definitiva.”

PREVENCIÓN UNIVERSAL DEL ABUSO DE DROGAS: ¿UNA HIPÉRBOLE?

Del conjunto de actuaciones que integran una política pública sobre drogas, llamamos prevención universal a aquella que se dirige al conjunto de la población, sin distingos relativos a factores de riesgo más o menos evidentes. Parte de una presunción razonable: puesto que más pronto que tarde cualquier adolescente tendrá que decidir cómo se relaciona con las drogas, mejor que decida de forma inteligente. ¿Qué quiere decir esto? Para mí inteligente quiere decir:informada, autónoma y responsable. Informada en el sentido de disponer de un saber objetivo que le permita imaginar lo que puede esperar del consumo de las sustancias habituales en su entorno, sin menospreciar los riesgos que puedan derivarse en función de variables como la edad, las mezclas, las conductas realizadas bajo los efectos de las drogas, etc. Autónoma en el sentido de que, a pesar de la relevancia del grupo a esta edad (y a otras, dependiendo de la cultura), pueda adoptar y mantener posturas personales. Responsable en el sentido al que alude el kantiano “imperativo categórico”.

¿Es universal la prevención universal?

Supongamos ahora que estamos en condiciones de medir qué porcentaje del alumnado español participa en programas de prevención universal. ¿Que es mucho suponer? De acuerdo, pero hagamos un esfuerzo de imaginación. Primero habrá que consensuar qué entendemos por “participar en un programa de prevención universal”. Quizás podríamos convenir en que se ha tomado parte en un programa de prevención si se dan, como mínimo, estas circunstancias:

  • durante al menos un curso escolar,
  • se ha participado en las actividades de corte interactivo,
  • de un programa basado en la evidencia,
  • que ha mostrado resultados positivos en evaluaciones rigurosas.

¿De acuerdo? Bien, pues ahí va la pregunta: ¿qué porcentaje del alumnado español ha participado durante el último curso escolar terminado (2014-15) en prevención universal entendida de acuerdo con los criterios señalados? A ciencia cierta, no lo sabe nadie. Veamos, por lo tanto, qué dice la última memoria publicada por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (DGPNSD) que pretende recoger datos globales. Según esta memoria, correspondiente a 2013, participaron en alguno de los “programas estructurados” de prevención (de los que la propia memoria dice que hay “más de 100”) 800.853 escolares, la cifra más baja desde 2008, año en el que la participación ascendió a 1.600.821. ¿Qué porcentaje representa este dato sobre el total? Veamos qué dice el Instituto Nacional de Estadística. Según el Ministerio de Educación, el alumnado español de educación obligatoria (Infantil, EPO y ESO) asciende a 6.616.736 personas. Por lo tanto, de acuerdo con los datos publicados por la DGPNSD, en 2013 participaron en programas de prevención universal el 12% de la población española escolarizada. Sin entrar a valorar la calidad de esa participación, sobre la que no hay datos, parece a todas luces un porcentaje escaso.

Si partimos de la premisa de que este momento de la prevención debe ser universal y en la práctica solo llega al 12%, como mucho y en condiciones cualitativamente imposibles de analizar. Si, además, quienes participan no lo hacen debido a otra razón que la motivación de los equipos técnicos responsables y el profesorado, alguna situación relacionada con las drogas vivida en el centro o la pura casualidad, el panorama no es muy alentador.

Una última pregunta: ¿esto tiene solución?

Fuente: Blog “Notas sobre drogas, salud e inclusión social” del psicólogo social Juan Carlos Melero